Arte

Levante- El Mercantil Valenciano-5

Posdata

Enric Balanzá, Paco de la Torre, Federico Fusi, Alfonso Herráiz y Teresa Tomás

OBJETOS E IMÁGENES DE OTROS MUNDOS

Nilo Casares

"Objetos e imágenes de otros mundos" Sala de exposiciones de la Universitat de València.

No es la primera exposición de grupo que realizan, pero en ésta cabría hablar más de exposición colectiva que de una defensa programática, como en las anteriores, y eso porque aunque el núcleo duro de Los 3 Caballeros (L3C) permanece -Paco de la Torre y Teresa Tomás, con sendas carreras individuales consolidadas; también se podría hablar de Alfonso Herráiz, que repite-, las últimas incorporaciones -Enric Balanzá y Federico Fusi- se alejan bastante de las tesis del núcleo.

Estos cambios suponen, sobre todo, una pérdida para la presencia de la escultura, que ahora sólo queda representada por Teresa Tomás, con unas piezas que introducen la policromía -y esto supone una novedad con respecto a sus anteriores trabajos, pues ahora el policromado se realiza con decisión pictórica-, a la vez que acentúa la presencia de un femenino estático fronterizo con el recipiente de líquidos, supongo que espirituosos, dirigida hacia el bodegón clásico, sin dejar sus querencias hacia la desnudez de la pieza de ajedrez.

En la parte pictórica de la exposición aparecen las novedades, en primer lugar, la del italiano Federico Fusi -no sorprende en el núcleo duro, claramente italianizante, esta asociación-, que se mueve en un universo sutil, de finezza, en el que el color o aparece poco o no aparece -frente al asalto de color en De la Torre-, como sumergido en aguas de recuerdo, para hacer de los objetos externos

«Belcebú o la gula», fotografía de Alfonso Herráiz. Fragmento del políptico «Anotaciones» de Enric Balanzá. «Sombra de agua», escultura de Teresa Tomás. «La isla de los bienaventurados o la muerte griega», óleo de Paco de la Torre.

vagas huellas de memoria.

Le sigue la incorporación de Enric Balanzá, con una pintura en la que puede el gris, un gris que camina a pasos de tristeza y que se pega a cualquier cosa, todo lo que se mira desde los ojos de este pintor queda fijado en un gris que pone la vida en entredicho, donde los otros proyectan su universo personal a través de distintos tropos y símbolos, Balanzá se limita a extender una mirada que detiene el tiempo y amarra a las cosas para dejarlas solas.

Alfonso Herráiz, el fotógrafo, suelta lo que ya llevaba dentro, un acusado kitsch, traducido en galería de personajes de un pasado que sólo se recrea con

el auxilio de escenografía y atrezo, para incorporar un color que Balanzá desprecia (su estricta antítesis, pues si Balanzá vacía de vida lo cotidiano, Herráiz impulsa a vivir un pasado muerto).

Y, finalmente, Paco de la Torre continúa con sus viajes a través de los conceptos con un contento en los sentidos que produce ese contrapunto del que nace la alegoría, pues su pintura insiste en las ideaciones privadas que se traducen en laberintos para los que la guía, cada vez, exige más literatura y auxilio del autor. Tal vez por esto, por la presencia de lo literario, De la Torre deja la representación de un universo en planisferio para apreciar el detalle.