SIETE IMPEDIMENTOS PARA SALIR DE LA CRISIS EN ESPAÑA
Por Francisco Parra Luna, Catedrático Emérito UCM,(parraluna3495@yahoo.es)

Partamos de constatar los siguientes hechos objetivos en nuestro país: primero, un nivel de paro de 4,5 millones de personas (más del 20% de la población actica); segundo, un déficit comercial que según cálculos exigiría la creación de unos 4 millones de puestos de trabajo “pro-competitivos” para poder reducirlo; y tercero, desperdiciar mas de 40.000 millones de euros anuales en prestación por desempleo, gastos autonómicos y públicos excesivos y fraude fiscal, entre otros capítulos. Lo que por cierto es dinero suficiente para costear más de la mitad de los puestos vacantes cifrados. Irracionalidad actual que se resume en mantener a un tiempo: “cosas por hacer”(o necesidades N), “personal parado” (P) y “dinero dilapidado” (F), absurdamente independientes dentro del sistema.

Luego la primera pregunta que surge, simplista, pero llena de sentido común, es: ¿por qué los parados no trabajan en lo que hay que hacer con el dinero funcionalmente dilapidado?. Demasiado fácil, pensará el lector, pues lo lógico es que si eso fuera viable ya se habría hecho. Más, craso error de apreciación sobre los efectos no siempre deseables del quehacer político normal, como demuestra la enorme cantidad de decisiones erróneas y absurdas que han tomado los gobernantes, incluso los mejores, a lo largo de la historia.

Pero es que además se superpone el modelo llamado “Axiológico-SETCU” (en adelante modelo A-S) elaborado por un grupo multidisciplinar de varias universidades, calificado de interés por varios economistas y catedráticos (Barea, Requeijo, Casares, Mochón, Cabrillo, Sosa Wagner, Carmona, Mella y Gimeno Ullastres, entre otros), publicado en 2010, y el cual, en base precisamente a una política sistémica e integrada de interpenetración de los tres desequilibrios citados N,P y F, anuncia los siguientes resultados:

Durante el periodo de cuatro años para los que el modelo se diseña (p.e. 2011-14), se pueden crear 1.257.000 empleos pro-competitivos, hacer crecer la economía a un ritmo promedio del 3,5%, incrementar correspondiente la recaudación fiscal para reducir el déficit público alrededor de un 4% del PIB, y presentar siete ventajas netas para los empresarios (demandadas por ellos) y otras tantas para los asalariados (igualmente demandadas por ellos). Y sobre todo, mejorar nuestro desequilibrado “sistema de valores”. Sería el resultado final de considerar el sistema complejo como “suma no cero”.

De todo lo cual resultan como hechos objetivos y constatables en España los tres siguientes: primero, los tres desequilibrios citados (la llamada “insostenible triada”) que piden una solución de mero sentido común; segundo, el modelo publicado que adelanta científicamente su viabilidad; y tercero, una situación económica y laboral en España que, según sus cuatro indicadores quizás más básicos (déficit comercial, crecimiento nulo, déficit público y paro), se calificaría como la más grave de la Europa desarrollada.

Ante esta triple realidad la pregunta anterior se trasforma forzosamente para concretarse ahora en el modelo A-S publicado: ¿Por qué entonces NO SE TIENE EN CUENTA DICHO MODELO PARA MODIFICARLO, IMPLEMENTARLO O INVALIDARLO?. Y como este modelo está siendo por el momento ignorado, debido seguramente al principio de que “de economía solo saben los economistas”, serían éstos los primeros profesionales a los que correspondería emitir un juicio. Al no hacerlo, en las líneas que siguen y sin ningún tipo de acritud, se va a tratar de comprender esta posición que tendría su trasfondo en nuestra propia estructura cultural. SIETE impedimentos aparecerían en principio como opuestos a la mera consideración del modelo A-S como una posible herramienta a utilizar en España.

En primer lugar, es preciso reconocer que la economía no es un sistema aislado y con vida independiente propia, sino un “subsistema” dentro de otros más amplios como son los culturales, sociales y políticos tanto a escala nacional como mundial. En otras palabras, la economía es solo una de la variables de un sistema de valores (“axiológico”) más complejo del cual depende y en cuyo ámbito cumple a su vez el papel de variable explicada y explicativa, y no podría entenderse el comportamiento económico sino en su interacción con un conjunto de variables de tan diversa naturaleza que exige enfoques, no exclusivamente economicistas, sino forzosamente multidisciplinares. Por desgracia, el economicismo es el que prevalece en el mundo, pero sería el primer error epistemológico grueso que se comete al evaluar y diseñar las políticas económicas de los países. El hecho de la recurrencia histórica de las crisis y su imprevisibilidad así como el reciente “mea culpa” reconocido por esa catedral del economicismo que es el FMI, confirmarían este primer impedimento de carácter estrictamente epistemológico. En este sentido, o se consideran todas las variables relevantes del sistema complejo (después de una adecuada clasificación/selección), o los resultados serán espurios. La solución a este impedimento no podría ser otra que la adopción de un enfoque “axiológico” que trate en su globalidad el “sistema de valores” concernido.

En segundo lugar, como consecuencia de lo anterior y la natural complejidad del objeto, se precisará una visión y un tratamiento multidisciplinar donde filósofos, sociologos, pisócologos, economistas, ingenieros, juristas, etc, formen equipos integrados de análisis del sistema económico. Solo así podrán percibirse y estimarse las interrelaciones, a ser posibles cuantitativas entre los niveles de salud de la población, sus libertades políticas, redistribución de la renta, problemas ecológicos, necesidades sanitarias, seguridad ciudadana, cuantía de sus pensiones, productividad de las empresas, necesidad de infraestructuras, dependencia del exterior, endeudamiento público o anomia social por el paro, por mencionar algunas de las dimensiones más notables del sistema complejo. Y si Letamendi pudo decir que “el médico que solo sabe de medicina ni de medicina sabe”, la economía, actualmente en manos de los economistas, no podría dejarse al cuidado exclusivo de éstos. La solución consistiría en el forzoso análisis multidisciplinar de la complejidad para poder llegar así a calcular resultados en términos del mejor “sistema de valores” posible, entre ellos eleconómico.

En tercer lugar, la prevalencia de lo que podría llamarse “materialismo neoliberal” o doctrina económica que consiste en abandonar cualquier racionalidad (metodología de planes integrados) para adoptar medidas parciales y separadas que solo persiguen incrementar el beneficio económico del capital arriesgado a costa de cualquier otro aspecto o valor. Únicamente se procura gastar en lo social lo mínimo posible para evitar la generación de conflictos. Y como quienes sostienen esta teoría son los poseedores o administradores de los grandes capitales, éstos terminan dominando el mundo de las organizaciones investigadoras sobre temas económicos (universidades , curricula académicos, institutos de investigación, servicios de estudios, fundaciones, editoriales, premios, medios de comunicación, etc,), y por supuesto mediante vínculos económicos con la gran mayoría de los economistas que de una u otra forma viven o ven financiada su actividad si interpretan la economía dentro de los cánones establecidos como “ortodoxos”, o como ya se comienza a decir: “pensamiento único”. Da lo mismo que sean económetras, historiadores o meros comentadores de datos y tendencias, porque todos creen hacer “ciencia”, y en base a esta pátina se ganan “honestamente” la vida. De manera que no es fácil esperar posiciones críticas a este modo de hacer, salvo por parte de una honrosa minoría siempre un tanto marginada respecto a las citadas instituciones con “poder de expresión”(1). La primera consecuencia de este economicismo “a sueldo”, ayudado además por el desprestigio de la Unión Soviética y sus malogrados planes quinquenales, es que cualquier modelo o plan cuatrianual, quinquenal, etc. que intente integrar, racionalizar u optimizar el funcionamiento económico de un país, será desechado por obsoleto y calificado como no viable, que es lo que se suele llamar “tirar al niño con el agua de la bañera”. Economicismo que acaba adoptando como su principio motor la irracionalidad absoluta en contra de todo lo que intente optimizar variables que no sean las exclusivas del beneficio económico, o como dicen sin recato los bien pagados CEO (Chief Executive Officers) de las grandes empresas: “el fin último es ganar valor para el accionista”, (estrictamente monetario, por supuesto). Un modelo integrado como el A-S no tendría, pues, más porvenir que su marginación definitiva salvo que las circunstancias cambiasen. Lo curioso es que un modelo previo, siempre, y aunque sea inconscientemente, existe, diferenciándose por ponerlo en forma explícita o no, y a lo que se niega el neoliberalismo es solo a ponerlo explícito, pues de hacerlo se verían las variables que faltan. La formulación de un plan integral con un cuadro de mando que permita su seguimiento periódico, puede ser una solución.

Un tercer impedimento que obstaculiza la adopción del modelo A-S se encuentra en el papel que juegan las ideologías, encontrándonos así todavía con demasiados economistas liberales que apenas admiten medidas o controles que vayan contra las leyes del mercado, o bien intervencionistas que priorizan la necesidad de someter los beneficios económicos a un reparto más justo. Pero tanto unos como otros, digamos neoliberales y keynesianos, encuentran dificultades mentales para aceptarse y complementarse mutuamente como requiere el objeto que estudian. Ambos tipos de técnicos serían como personas con ojos de mirada más bien “estrábica” que darían origen a una economía bizca (2) incapaz de centrar la mirada en el interés general mediante la mejor optimización posible de las variables económicas y sociales en juego. La Economía no podría definirse así como una ciencia objetiva, sino, en el mejor de los casos, como un intento científico de comprender los mecanismos económicos desde posiciones ideológicas determinadas, y en consecuencia cualquier intento ambicioso de integrar ideologías y principios teóricos, como sugiere el modelo A-S, tendera a ser ignorado por comodidad o rechazado por conveniencia. La adscripción a un centro ideológico, integrador de neoliberalismos y keynesianismos al margen de preconcepciones obsoletas, debería ser la solución

El quinto obstáculo con el que se encontrará el modelo A-S será negar que existan realmente 4.150.000 puestos de trabajo como estando vacantes en España para que su economía resulte competitiva, conjeturando que, como el papel todo lo admite, se trata de una valoración típicamente voluntarista. Sin embargo, esta estimación no está hecha por los autores del modelo sino que proviene de diversos organismos y fuentes muchos de ellos gubernamentales. Estimación que en el fondo solo supondría poner a España al mismo nivel del promedio europeo en términos de paro laboral, como demuestran los estudios publicados abogando por desarrollar en España un buen número de actividades “pro-competitivas” como ,p.e., el transporte de mercancías por ferrocarril, la remodelación de puertos, la rehabilitación de edificios para ahorrar energía, o la I+D+i para no depender tanto del petróleo así como otras muchas puestos de trabajo calificados como necesarios (Educación, Justicia, Inspección…) para ser un país serio y desarrollado. Pero aún así es de temer que se considere una cifra “excesiva” sin más explicaciones. Entre otras cosas, porque si se aceptara significaría reducir un paro que no es el principal problema ni de los países ricos ni de los grandes capitales mundiales interesados solo en incrementar sus beneficios económicos. Baste decir, por poner un ejemplo simplista y extremo aplicable a España, que con solo encargar a los 4 millones de parados mantener completamente limpias sus calles para poder percibir un salario de 1000 euros mensuales, se reduciría automáticamente el paro prácticamente a su mínima expresión, bien por aceptar el trabajo, bien por renunciar a cobrar el desempleo. Pero el “materialismo neoliberal” prefiere el absurdo de “subvencionar por no hacer nada”, a “pagar por limpiar las calles del país” al tiempo que se contribuiría al saneamiento de la seguridad Social. Si el lector tuviera una razón justificativa de por qué el gobierno no toma esta medida cuando existe un paro tan impresentable, sería interesante conocerla.(3). De ahí que estemos en España ante un paro implícitamente permitido (4). La solución de este impedimento requeriría contemplar el sistema de valores en su globalidad para así evaluar la significación axiológica del paro y su absurda subvención.

En sexto lugar, se interpone entre el modelo A-S y su consideración y análisis, una no despreciable carencia de voluntad de esfuerzo y humildad profesional por parte de los técnicos económicos para admitir su desenfoque economicista (incluso cuando acaba de hacerlo el propio FMI); así como una falta de ética social por parte de los políticos quienes normalmente no están dispuestos a aceptar ideas que, aunque demuestren su utilidad social, vayan en contra de sus preconcepciones ideológicas o sus intereses partidistas, cuando no personales. Si además el modelo A-S ha sido diseñado desde la Sociología (una especie de “maría” en sus planes de estudio académicos, cuando subsiste), el hecho les debe resultar casi humillante, y considerarán que lo mejor que pueden hacer desde sus intereses corporativistas es ignorarlo y tratar de “meneallo” lo menos posible. La solución no podría ser otra que adoptar una voluntad de esfuerzo por parte de los economistas y una voluntad ética por parte de los políticos que hoy parecen brillar por su ausencia.

Y en séptimo lugar, y por si no resultaran con fuerza suficiente los seis impedimentos anteriores, las instancias internacionales con poder sobre la economía mundial (El FMI, la UE, el G-20, el Banco Central Europeo, conferencias como la de Davos, etc.) pontifican sobre lo que hay que hacer “urbi et orbi” sin prestar la debida atención a las especificidades de cada país. Se trata de un error de visión en la percepción del objeto y de una insuficiencia epistemológica grave que Wittgenstein califica de “obtención de analogías precipitadas” por mucho filósofos. De esta manera, estos organismos recomiendan a España la misma receta para todos los países, y el mantra que recorre los despachos más enmoquetados de estos poderes económicos es invariablemente: “no superar los máximos establecidos para el déficit fiscal y la deuda pública”. Límites que son lo único que preocupa a los países que crecen económicamente, presentan superávit comercial, exhiben un paro soportable y además gozan de superiores niveles de renta per capita, por lo que se pueden permitir tales ajustes sin que sus poblaciones lo sufran demasiado. Pero esa política de “ajustar empobreciéndose” (en lugar de “ajustar creciendo” como propone el modelo A-S) puede no resultar la más adecuada para aquellos países que como España se encuentra a la cola absoluta en “paro”, del “déficit comercial” y del “crecimiento cero”. Es decir, con muy malas perspectivas de futuro si no acertamos a competir y exportar (5). La solución consistiría en diferenciar entre países poniendo de relieve sus particulares estructuras y circunstancias para así diseñar y aconsejar planes apropiados.

Si fuera cierto que estas siete razones son las que impiden tomar en serio el modelo Axiológico-SETCU en España, sería preciso determinar por donde se rompe el círculo vicioso en el que estamos encerrados. Y en principio, la posible ruptura del círculo se conseguiría si nuestros técnicos demostrasen mayor humildad y comprensión para superar el economicismo romo que se practica junto a las ideologías e intereses que lo sostienen, para pasar así a revisar los datos del modelo con el fin de reformularlo y recalcularlo, quede lo que quede del mismo. Y sobre todo, valentía y lucidez para hacer ver a los organismos y mercados internacionales que España no requiere medidas generales, sino las específicas y propias que exige nuestra peculiar situación que, extrañamente, se presenta entre privilegiada y absurda. Y como sabemos desde Aristoteles a Derrida, “el que no diferencia no comprende”.



(1) Son los poderes económicos establecidos (Wall Street, Universidades privadas, prensa mundial..) los que mediante sus filtros e intereses determinan la teoiria weconómica a aplicar.

(3). Llevar a la práctica este plan de limpieza excigiria una estructura organizativa mínima cubierta por parados para evaluar grados de limpieza, rmuneracion en función de la misma, asi como para asignar funciones complementarias a los barrenderos al servicio de la ciudadanía como informar sobre calles, colaboración ncon la ñpolicia a efectos de seguridad, etc.

(5) Que se ponga el acento en esta precisa circunstancia en competir y exportar no implica que ello se tome como un fin, sino como un medio de poder equilibrar el “sistema de valores” en el cual vivimos, y ello no solo en España. Ver, p.e. la propuesta de Stephane Hessel, “Indignez vous”, Indigène Editions, 2011.