SOBRE EL CULTO A LA PERSONALIDAD Y SUS CONSECUENCIAS
Nikita
Jrushchov

  25 de febrero de 1956

Camaradas:
En el informe del comité central del Partido al Vigésimo Congreso, en numerosos discursos pronunciados por delegados a ese Congreso, y también durante la reciente sesión plenaria del comité central, se ha dicho mucho acerca de los efectos perjudiciales del culto a la personalidad.

Tras la muerte de Stalin, el comité central del Partido comenzó a estudiar la forma de explicar, de modo conciso y consistente, el hecho de que es inadmisible y ajeno al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios. A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible.

Entre nosotros se ha asumido una actitud de ese tipo hacia un hombre, concretamente hacia Stalin, durante muchos años. El objeto del presente informe no es valorar la vida y las actividades de Stalin. Los méritos de Stalin son bien conocidos a través de un sinnúmero de libros, folletos y estudios que se redactaron durante su vida. El papel de Stalin en la preparación y ejecución de la revolución socialista, en la guerra civil, en la lucha por la construcción del socialismo en nuestro país, es conocido universalmente. Nadie lo ignora. En este momento nos interesa analizar un asunto de inmensa importancia para el partido, tanto ahora como en el futuro... Nos incumbe considerar cómo el culto a la persona de Stalin creció gradualmente, culto que en momento dado se transformó en la fuente de una serie de perversiones desmesuradamente serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido y de la legalidad revolucionaria.

Debido a que no todos han advertido aún plenamente las consecuencias prácticas derivadas del culto a la personalidad, del gran daño causado por el hecho de que se haya violado el principio de la dirección colegial en el Partido, concentrando un poder ilimitado en las manos de una persona, el comité central del Partido considera absolutamente necesario exponer los detalles de este asunto al Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Permitidme en primer lugar que os recuerde cuán severamente denunciaron los clásicos del marxismo-leninismo cualquier manifestación del culto a la personalidad. En una carta al político alemán Wilhelm Bloss, Marx afirmó: Por mi desagrado hacia cualquier culto a la personalidad, nunca hice pública durante la existencia de la Internacional las numerosas referencias en varios países que reconocían mis méritos y que me disgustaban. Ni siquiera respondí, salvo en ocasiones para reprender a los autores. Engels y yo nos unimos a la sociedad secreta de los comunistas con la condición de que cualquier cosa que indujera al culto supersticioso a la autoridad fuera borrado de sus estatutos. Posteriormente, Lassalle hizo justo lo contrario.

Un poco más tarde Engels escribió: Tanto Marx como yo nos hemos opuesto siempre a cualquier manifestación pública respecto a individuos, salvo en casos en los que tuviera un propósito importante; y aún más firmemente nos opusimos toda nuestra vida a tales manifestaciones referentes a nosotros mismos.

Es conocida la gran modestia del genio de la revolución, Vladímir Ilich Lenin. Lenin siempre había enfatizado el papel del pueblo como el creador de la historia, el papel director y organizador del partido como un organismo vivo y creativo, y también el papel del comité central.

El marxismo no niega el papel de los líderes de la clase trabajadora en la dirección del movimiento revolucionario de liberación.

Al adjudicar gran importancia al papel de los líderes y organizadores de las masas, al mismo tiempo, Lenin estigmatizaba sin piedad cualquier manifestación de culto a la personalidad, y combatió inexorablemente los puntos de vista extraños al marxismo sobre "el héroe" y "la masa", y combatió todos los intentos de oponer un "héroe" a las masas y al pueblo.

Lenin enseñó que la fuerza del partido depende de su indisoluble unidad con las masas, en el hecho de que detrás del partido viene el pueblo —trabajadores, campesinos y los intelectuales. Sólo ganará y conservará el poder —dijo Lenin— quien cree en el pueblo, quien se sumerge en la fuente de la creatividad viviente del pueblo.

Lenin habló con orgullo del partido comunista bolchevique como guía y maestro del pueblo; instó a presentar las cuestiones más importante ante la opinión de trabajadores expertos, ante la opinión de su partido; él dijo: Creemos en él, vemos en él la sabiduría, el honor y la conciencia de nuestra época.

Lenin se opuso decididamente contra todo intento dirigido a empequeñecer o debilitar el papel del partido en la estructura del Estado soviético. Elaboró los principios bolcheviques sobre la dirección del partido y las normas de la vida en el partido, destacando que el principio director del liderazgo del partido es su colegialidad. Ya en los años prerrevolucionarios, Lenin se refirió al comité central del partido como un conjunto de líderes y como el guardián e intérprete de los principios del partido.

Subrayando el papel del comité central del partido y su autoridad, Vladímir Ilich señaló: Nuestro comité central se constituyó como un grupo cuidadosamente centralizado y digno de la máxima confianza.

Durante la vida de Lenin, el comité central del Partido fue la expresión real de un tipo de gobierno colegial, tanto para el Partido como para la nación. Debido a que fue un revolucionario marxista militante que jamás dejó de acatar los principios esenciales del Partido, Lenin nunca impuso por la fuerza sus puntos de vista a sus colaboradores. El trataba de convencer, explicaba pacientemente sus opiniones a los demás. Lenin siempre hizo que las normas de la vida en el partido fueran llevadas a la práctica, que los estatutos del partido estuvieran vigentes, que los congresos y las sesiones plenarias del comité central se celebraran a su debido tiempo.

Además de las grandes éxitos de Vladímir Ilich Lenin para la victoria de la clase trabajadora, y de los trabajadores del campo, en bien de la victoria de nuestro Partido y para la aplicación a la vida de las ideas del comunismo científico, su agudeza mental se manifestó también en esto, en que percibió a tiempo en Stalin esas características negativas que posteriormente tuvieron consecuencias tan nefastas. Temiendo por el futuro del Partido y de la nación soviética, Lenin diagnosticó por escrito el carácter de Stalin y en forma absolutamente correcta, señalando que era necesario examinar la necesidad de alejar a Stalin de su puesto de Secretario General, puesto que era excesivamente rudo y no guardaba una actitud correcta hacia sus camaradas, era caprichoso y abusaba de su poder.

En diciembre de 1922, en una carta al Congreso del Partido, Vladímir Ilich dijo: «Después de tomar posesión del cargo de Secretario General, el camarada Stalin ha acumulado en sus manos un poder desmedido y no estoy seguro de que vaya a ser siempre capaz de usar este poder con el debido cuidado».

Esta carta, que es un documento político de inmensa importancia, conocida en la historia del Partido como el "testamento" de Lenin, ha sido distribuida a los delegados del vigésimo Congreso del Partido. Ya la habéis leído y sin duda la leeréis de nuevo más de una vez. Convendría que meditarais sobre las francas palabras de Lenin, puesto que ellas expresan la inquietud que sentía Vladímir Ilich respecto al Partido, al pueblo, al Estado y a la futura dirección de la política del Partido. Dijo Lenin:

«Stalin es excesivamente rudo y este defecto, que puede ser tolerado en un militante cualquiera del Partido, se transforma en un defecto inaceptable en una persona que ocupa el cargo de Secretario General. Es por esto que propongo que los camaradas vean la manera de alejar a Stalin de este cargo y de colocar allí a otro hombre, uno que, sobre todas las cosas, difiera de Stalin en lo siguiente: mayor tolerancia, más lealtad, más bondad y una actitud más considerada, un temperamento menos caprichoso, etc.»

Este documento de Lenin se dio a conocer a los delegados al decimotercer Congreso del Partido, quienes discutieron la conveniencia de transferir a Stalin a otro cargo que no fuera el de Secretario General. Los delegados se declararon a favor de mantener a Stalin en su puesto, expresando su esperanza de que él tomaría en cuenta las críticas de Vladímir Ilich y haría lo posible por sobreponerse a los defectos que causaban a Lenin tanta inquietud.

Camaradas: el Congreso del Partido debe familiarizarse con dos nuevos documentos que confirman que el carácter de Stalin era tal cual lo había descrito Lenin en su testamento. Estos documentos son cartas de Nadezhda Konstantínovna Krúpskaya [esposa de Lenin], a Kámenev, que en ese tiempo encabezaba el Politburó, y una carta personal de Lenin a Stalin.

Leeré ahora estos documentos:

«Lev Borísovich! Debido a una breve carta que escribí con palabras que me dictó Vladímir Ilich, con permiso de sus médicos, Stalin se permitió ayer dirigirse a mí con una violencia inusitada. No soy nueva en el partido. Durante mis treinta años de militante, nunca había oído a un camarada dirigir palabras tan insolentes a otro. Los asuntos del Partido y de Ilich no son de menos significación para mí que para Stalin. En este momento necesito el máximo de dominio sobre mí misma. Lo que uno puede y lo que uno no puede discutir con Ilich lo sé yo mejor que cualquier médico, puesto que yo sé lo que le pone nervioso y lo que no le perturba; de cualquier modo sé estas cosas mejor que Stalin. Recurro a Ud. y a Grigory [Zinóviev], por ser los camaradas que se hallan más cerca de V. I., y les ruego que me protejan de intromisiones insolentes en mi vida privada y de viles invectivas y amenazas. No tengo la menor duda respecto a cuál será la unánime decisión de la Comisión de Control, con la cual Stalin me amenaza; no obstante, tampoco tengo la fuerza ni el tiempo disponible para malgastarlo en querellas insensatas. Además, soy un ser humano que soporta en estos momentos una tensión nerviosa excesiva.»

N. Krúpskaya

Nadezhda Konstantínovna escribió esta carta el 23 de diciembre de 1922. Dos meses y medio después, en marzo de 1923, Lenin envió a Stalin la carta siguiente:

Al camarada Stalin. Copias para Kámenev y Zinóviev.

«Estimado camarada Stalin:
Ud. se permitió la insolencia de llamar a mi esposa por teléfono para reprenderla duramente. A pesar del hecho de que ella prometió olvidarse de lo dicho, tanto Zinóviev como Kámenev supieron del incidente, porque ella los informó al respecto. No tengo intención alguna de olvidarme fácilmente de lo que se hace en contra de mí y no necesito insistir aquí de que considero que lo que se hace en contra de mi esposa, se hace contra mí también. Le pido entonces que Ud. medite con cuidado acerca de la conveniencia de retirar sus palabras y dar las debidas explicaciones, a menos que prefiera que se corten nuestras relaciones completamente.

Le saluda, Lenin.

5 de marzo de 1923».

[Conmoción en la sala]

Camaradas: No comentaré estos documentos, puesto que ellos hablan elocuentemente por sí solos. Si Stalin pudo comportarse de esta manera durante la vida de Lenin y hacia Nadezhda Konstantínovna Krúpskaya, a quien el Partido bien conoce y valora altamente debido a su leal amistad con Lenin y al hecho de que fuera una activa batalladora por la causa del Partido desde su creación, entonces podemos imaginar fácilmente cómo trataría Stalin a otra gente. Estas características negativas se fueron desarrollando y durante los últimos años adquirieron un carácter insoportable.

Como los hechos posteriores han probado, la inquietud de Lenin estaba justificada: inmediatamente después de la muerte de Lenin, Stalin respetó en cierto modo los consejos de Lenin, pero más tarde comenzó a prescindir de estas serias advertencias.

Cuando analizamos la forma en que Stalin dirigió el Partido y el país, cuando nos detenemos a considerar todo lo que perpetró Stalin, llegamos al convencimiento de que los temores de Lenin estaban bien fundados. Las características negativas de Stalin, apenas incipientes durante la vida de Lenin, lo llevaron, se convirtieron en los últimos años de su vida en un grave abuso de poder que ha causado al Partido un daño incalculable.

Debemos meditar detenidamente y analizar en forma correcta este asunto con el objeto de desterrar para siempre la posibilidad de que se repita, en cualquier forma, en el futuro todo aquello que aconteció durante la vida de Stalin, un ser que no toleró en absoluto una dirección colegial del gobierno y del trabajo y que procedió con una violencia salvaje, no solamente contra quienes se le oponían, sino también contra todo lo que pareciese, a su carácter despótico y caprichoso, contrario a sus conceptos.

Stalin actuaba no a través de la persuasión, de explicaciones, y de cooperación paciente con la gente, sino imponiendo sus concepciones y exigiendo una sumisión absoluta a su opinión. El que osara oponerse a algún concepto o intentara probar la corrección de su punto de vista y de su actitud, estaba condenado a que se le relegara del grupo dirigente colectivo y que se le sometiera posteriormente a la aniquilación física y moral. Esto es especialmente cierto en lo que se refiere al período posterior al decimoséptimo Congreso del Partido, cuando muchos dirigentes del Partido y simples trabajadores honrados y afanosos del Partido, todos dedicados a la causa del comunismo, cayeron víctimas del despotismo de Stalin.

Debemos atestiguar que el Partido tuvo que librar serias luchas contra los trotskistas, derechistas y nacionalistas burgueses, y que desarmó ideológicamente a los enemigos del leninismo. Esta guerra ideológica se llevó a cabo con éxito y, como resultado de ello, el Partido se templó y se fortaleció. En todo esto Stalin desempeñó un papel positivo.

El Partido libró una gran lucha política y espiritual contra los miembros que, desde sus propias filas, propusieron tesis antileninistas, que presentaron una línea política hostil al Partido y a la causa del socialismo. Esta fue una lucha enconada y difícil, pero necesaria, porque la línea política tanto del bloque trotskista-zinovievista, como del bujarinista conducía a la restauración del capitalismo y a la capitulación ante la burguesía mundial. Consideremos por un instante lo que hubiese sucedido si en 1928-1929 la línea política de desviación hacia la derecha, o sea la orientación hacia una industrialización de «percal» o hacia el Kulak, etc., hubiese prevalecido. Entonces no tendríamos nuestra poderosa industria pesada, no tendríamos los koljoses y nos encontraríamos débiles y desarmados, rodeados por el capitalismo.

Fue por este motivo que el Partido dirigió una lucha ideológica inexorable y explicó a todos sus miembros, así como a las masas no adscritas al partido el daño y el peligro de las propuestas antileninistas de la oposición trotskista y de los derechistas oportunistas. Y esta gran labor de explicación de la línea del Partido dio su fruto; la inmensa mayoría del partido apoyó la línea leninista y el Partido pudo despertar y organizar a las masas trabajadoras para aplicar la línea leninista del Partido y construir así el socialismo.

Vale la pena destacar que aun durante el proceso de la furiosa lucha ideológica contra los trotskistas, los zinovievistas, los bujarinistas y otros, no se usaron medidas represivas extremas contra ellos; la lucha se realizó en un terreno ideológico. Pero algunos años después, cuando el Socialismo en nuestro país estaba fundamentalmente estructurado, cuando las clases explotadoras estaban liquidadas, cuando la estructura social soviética había cambiado radicalmente, cuando la base social no permitía movimiento político o grupos hostiles al Partido, cuando los oponentes ideológicos del Partido se encontraban vencidos políticamente desde hacía tiempo, entonces comenzó una política de represión contra ellos.

Fue precisamente durante este período [1935-1937-1938] que se inició la práctica de llevar a cabo persecuciones en masa a través de los mecanismos del Gobierno, primero contra los enemigos del leninismo, o sea trotskistas, zinovievistas, bujarinistas, derrotados desde hacía tiempo por el Partido, y posteriormente, también contra muchos comunistas honrados y contra los dirigentes del Partido que habían soportado la pesada carga de la guerra civil y los primeros y más difíciles años de la industrialización y la colectivización, que habían luchado activamente contra los trotskistas y derechistas para mantener la línea leninista del Partido.

Stalin inventó el concepto de «enemigo del pueblo». Este término hizo automáticamente innecesario que los errores ideológicos de los hombres implicados en una controversia se comprobasen; este término hizo posible que se usaran los más crueles métodos de represión, violándose así todas las normas de la legalidad revolucionaria, contra cualquiera que estuviera en desacuerdo con Stalin o que se sospechara en él una intención hostil, o debido simplemente a que tuviera una mala reputación. Este concepto de «enemigo del pueblo», finalmente, eliminó todas las posibilidades de que se desarrollaran luchas ideológicas o de que alguien pudiese dar a conocer su punto de vista respecto a tal o cual problema, aunque fuese meramente de carácter práctico. Generalmente, en la práctica, la única prueba de culpabilidad valedera, contra todas las normas de la ciencia jurídica actual, era la confesión y, como se ha podido demostrar posteriormente, esas confesiones se obtenían mediante presiones físicas al acusado. Esto condujo a abiertas violaciones de la legalidad revolucionaria, y al hecho de que muchas personas enteramente inocentes, que habían defendido en el pasado la línea del Partido, se convirtieran en víctimas.

Debemos establecer, respecto a esas personas que en cierta época se opusieron a la línea del Partido, que frecuentemente los cargos no eran tan serios como para justificar que se les aniquilara físicamente. La fórmula «enemigo del pueblo» se creó con el objeto específico de aniquilar físicamente a tales individuos.

Es un hecho que muchas personas que fueron aniquiladas posteriormente como enemigos del pueblo habían trabajado con Lenin durante su vida. Algunas de estas personas habían cometido errores en tiempos de Lenin; no obstante esto, Lenin sacó provecho de su trabajo, los corrigió e hizo todo lo posible para retenerlos en las filas del Partido, induciéndolos a que le siguieran.

En relación a esto, los delegados del congreso del Partido deberían familiarizarse con una nota inédita de V. I. Lenin dirigida al Politburó del Comité Central en octubre de 1920. Al esbozar las obligaciones de la Comisión de Control, Lenin escribió que la comisión debía transformarse en un auténtico "órgano de conciencia proletaria y de partido".

Como una obligación especial de la Comisión de Control, aquí recomendamos una profunda relación individualizada con —y a veces incluso una especie de terapia para— los representantes de la llamada oposición, aquellos que han experimentado una crisis psicológica por el fracaso en su carrera en su soviet o en el Partido. Ha de hacerse un esfuerzo para tranquilizarlos, para explicarles las cosas como solemos hacer con nuestros camaradas,  para encontrar para ellos (evitando el método de darles órdenes) una tarea para la que estén psicológicamente preparados. El Buró Organizativo del Comité Central, etc., deberán formular consejos y normas de actuación a este respecto.

Todo el mundo sabe cuán irreconciliable era Lenin con los enemigos ideológicos del marxismo, con los que se desviaban de la línea correcta del Partido. Al mismo tiempo, no obstante, como es evidente a la vista de este documento, en su práctica como director del Partido exigía el contacto más íntimo con la gente que había mostrado indecisión o una disconformidad temporal con la línea del Partido, pero a los que era posible devolver a la senda del Partido. Lenin recomendó que esta gente fuera educada con paciencia evitando la aplicación de métodos radicales.

La sabiduría de Lenin en su trato con la gente era evidente en su trabajo con sus mandos.

Una relación enteramente diferente con la gente caracterizó a Stalin. Las virtudes de Lenin, su paciencia para trabajar con la gente, su persistencia para educarla por penoso que fuera, su habilidad para inducir a todos a seguirle sin utilizar la fuerza, sino más bien recurriendo a la influencia ideológica de todo el colectivo, le eran enteramente ajenas a Stalin. Éste descartó el método leninista de convencer y educar, abandonó  el método de la lucha ideológica, reemplazándolo por el sistema de violencia administrativa, persecuciones en masa y terror. Procedió a un ritmo siempre creciente a imponerse a través de los organismos punitivos, violando así con frecuencia todas las normas de la moral y las leyes soviéticas.

El comportamiento arbitrario de una persona estimuló y posibilitó la arbitrariedad en otras. Las detenciones y las deportaciones en masa de muchos miles de personas, las ejecuciones sin previo juicio y sin una investigación normal, crearon condiciones de inseguridad, temor y aun de desesperación.

Esto, naturalmente, no contribuyó a reforzar la unidad del Partido y de todos los estratos de la clase trabajadora, sino, por el contrario, produjo la aniquilación y la expulsión del Partido de muchos trabajadores leales, pero molestos para Stalin.

Nuestro Partido luchó por consolidar los planes de Lenin para la construcción del Socialismo. Se trataba de una lucha ideológica. Si se hubieran observado los principios leninistas durante el transcurso de la lucha, si la devoción del Partido a estos principios se hubiera combinado sabiamente con una preocupación entusiasta y solícita por el bienestar de las personas, si éstas no hubieran sido rechazadas y echadas a perder, sino más bien atraídas a nuestro lado, no se hubiesen producido tan brutales violaciones del régimen legal revolucionario y miles de personas no habrían caído víctimas del sistema de terror. Las medidas extremas se habrían aplicado sólo en contra de aquellas personas que efectivamente hubieran cometido actos criminales contra el sistema soviético.

Recordemos algunos hechos históricos.

En vísperas de la Revolución de octubre, dos miembros del Comité Central del Partido bolchevique —Kámenev y Zinóviev— se declararon contra el plan de Lenin que auspiciaba un levantamiento armado. Además, el 18 de octubre publicaron en el periódico menchevique Novaya Zhizn una declaración según la cual los bolcheviques estaban preparando un alzamiento que ellos consideraban aventurado. Kámenev y Zinóviev revelaron así al enemigo la decisión del Comité Central de organizar el alzamiento y que éste estaba previsto para un futuro inmediato.

Esto era traición contra el Partido y contra la Revolución. En este sentido, V.I. Lenin escribió: Kámenev y Zinóviev revelaron la decisión del Comité Central de su partido  sobre el alzamiento armado a Rodzyanko y Kerensky... Y puso ante el Comité Central la cuestión de la expulsión del Partido de Ziniviev y Kámenev.

Sin embargo, tras la gran revolución de octubre, Zinóviev y Kámenev, como es sabido de todos, fueron colocados en posiciones de importancia. Lenin los situó en puestos de gran responsabilidad, desde los cuales influyeron en las altas tareas del Partido, participando activamente en la labor de los principales organismos del Partido. Es sabido que Zinóviev y Kámenev cometieron otra serie de errores durante la vida de Lenin, quien en su testamento establece que la actuación de Zinóviev y Kámenev durante la Revolución de octubre no era, por supuesto, accidental, Sin embargo, Lenin no sugirió que se los arrestara y mucho menos que se los fusilara.

Tomemos ahora como ejemplo a los trotskistas. En este momento, después de un período histórico bastante amplio, podemos hablar de la lucha contra los trotskistas con calma y podemos analizar este asunto con suficiente objetividad. Al fin y al cabo en torno a Trotski había gente cuyo origen no puede remontarse a la sociedad burguesa. Un grupo de ellos pertenecía a la intelectualidad del Partido y otros formaban parte de la clase trabajadora. Podemos identificar individualmente y nombrar a muchos que en su tiempo se unieron a los trotskistas, pero esto no quita que ellos participaron activamente en los movimientos obreros anteriores a la Revolución, durante la misma Revolución socialista de octubre y también en la consolidación de la victoria de la más grande de las revoluciones. Muchos de ellos rompieron con los trotskistas y volvieron a la posición leninista. ¿Era, necesario aniquilar a esa gente? Estamos profundamente convencidos de que si hubiese vivido Lenin no se habrían utilizado contra ellos métodos tan extremos.

Éstos son sólo unos pocos hechos históricos. ¿Pero, podríamos decir que Lenin no se decidió a emplear incluso las medidas más severas contra los enemigos de la Revolución cuando fue imperativo hacerlo? No, nadie podría decir tal cosa. Vladímir Ilich exigió siempre un trato sin consideraciones para los enemigos de la Revolución y de la clase trabajadora y, cuando lo estimaba necesario, aplicaba despiadadamente los métodos más severos. Recordad únicamente la lucha de V.I. Lenin contra los organizadores socialistas revolucionarios del alzamiento antisoviético, contra los kulaks contrarrevolucionarios en 1918 y contra otros, cuando Lenin, sin dudarlo, usó los métodos más radicales contra los enemigos. Lenin usaba tales métodos, no obstante, sólo contra enemigos de clase concretos y no contra los que se equivocaban, contra los que sostenían concepciones erróneas, ni contra aquellos a los que era posible reconducir mediante la influencia ideológica e incluso retener en puestos de responsabilidad. La severidad de Lenin era extrema sólo cuando lo consideraba indispensable, cuando las clases explotadoras existían todavía, y se oponían vigorosamente a la revolución, cuando la lucha por la supervivencia pasaba por su fase más dura, incluyendo una guerra civil.

Stalin, por otra parte, utilizó métodos extremos y la represión masiva en una época en que la revolución ya había vencido, cuando el Estado soviético ya era fuerte, cuando las clases explotadoras ya habían sido liquidadas y la relaciones socialistas estaban sólidamente arraigadas en todas las fases de la economía nacional, cuando nuestro partido estaba políticamente consolidado y se había fortalecido tanto numéricamente como ideológicamente.

Parece claro que Stalin demostró en un sinnúmero de oportunidades su intolerancia, su brutalidad y su abuso del poder.  En lugar de probar la corrección de sus ideas políticas y movilizar a las masas, eligió a menudo el camino de la represión y la aniquilación física, no sólo contra sus enemigos reales, sino también contra individuos que no habían cometido crimen alguno contra el partido o el gobierno soviético. Aquí no vemos sabiduría, sino únicamente una demostración de fuerza bruta que ya en su día había alarmado a V.I. Lenin.

Ultimamente, en especial después que se desenmascarara a la camarilla de Beria, el Comité Central examinó una serie de asuntos fabricados por esta camarilla. Ello reveló un cuadro horroroso de brutalidad obcecada como consecuencia del comportamiento incorrecto de Stalin. Los hechos demuestran que Stalin, utilizando su poder ilimitado, cometió muchos abusos en nombre del Comité Central y sin consultar la opinión de los miembros del Comité o siquiera de los miembros del Politburó del Comité Central; con frecuencia no les informaba acerca de sus decisiones personales respecto a asuntos muy importantes del Partido y del gobierno.

Sobre la cuestión del culto a un individuo, en primer lugar debemos mostrar a todo el mundo qué daño ha causado esto a los intereses de nuestro partido.

Vladímir Ilich Lenin siempre había enfatizado el papel del partido y su importancia en la dirección del gobierno socialista de trabajadores y campesinos; vio en ello la principal condición previa para el éxito de la construcción del socialismo en nuestro país. Señalando la gran responsabilidad del partido bolchevique como partido gobernante del Estado soviético, Lenin instó a que se observaran meticulosamente todas las normas de la vida en el partido; instó a la puesta en práctica de los principios de colegialidad en la dirección del partido y del Estado.

La colegialidad del liderazgo surge de la propia naturaleza de nuestro partido, un partido construido sobre los principios del centralismo democrático. Esto significa —dijo Lenin— que todos los asuntos del partido atañen a todos los miembros del partido, directamente o a través de representantes, quienes, sin excepción, están sometidos a las mismas reglas; además, todos los miembros administrativos, todos los colegios directivos, todos los que ocupan cargos en el partido, son electivos, todos deben rendir cuentas de sus actividades y son revocables.

Es bien sabido que el propio Lenin fue un ejemplo de la más cuidadosa observación de estos principios. No hubo asunto tan importante que Lenin decidiera sin pedir el consejo y la aprobación del Politburó del Comité Central. En el periodo más difícil para nuestro partido y nuestro país, Lenin consideró necesario convocar regularmente congresos, conferencias del Partido y sesiones plenarias del Comité Central en las que se discutieron las cuestiones más importantes y donde se aprobaron resoluciones  cuidadosamente estudiadas en conjunto por los dirigentes.

Podemos recordar, por ejemplo, el año de 1918, cuando el país fue amenazado por el ataque de los intervencionistas imperialistas. En esta tesitura se convocó el séptimo Congreso del Partido, para discutir una cuestión de vital importancia que no podía ser pospuesta, la cuestión de la paz. En 1919, mientras la guerra civil se estaba extendiendo, se reunió el octavo Congreso del Partido, que adoptó un nuevo programa de partido, decidió asuntos tan importantes como la relación con las masas de campesinos, la organización del Ejército Rojo, el papel director del Partido en el trabajo de los soviets, la corrección de la composición social del partido y otras cuestiones. En 1920 se convocó el noveno Congreso del Partido que estableció los principios directores sobre el trabajo del partido en la esfera de la construcción económica. En 1921 el décimo Congreso del Partido aceptó la Nueva Política Económica de Lenin y la resolución histórica titulada "Sobre la unidad del Partido".

En vida de Lenin, los congresos del Partido fueron convocados regularmente, siempre, cuando tenía lugar un giro radical en el desarrollo del partido y del país, Lenin consideró absolutamente necesario que el partido discutiera en profundidad todos los asuntos básicos relativos a la política interior y exterior y a cuestiones sobre el desarrollo del Partido y del gobierno.

Era típico que Lenin se dirigiera al Congreso del Partido como el más alto órgano del Partido en sus últimos artículos, cartas y notas. Durante el periodo entre congresos, el Comité Central del Partido, actuando como el colectivo director de mayor autoridad, observaba meticulosamente los principios del partido y llevaba a cabo su política.

Así se procedía durante la vida de Lenin. ¿Se observaron los sagrados principios leninistas del Partido después de la muerte de Vladímir Ilich? Durante los primeros años, los congresos del Partido y los plenos del Comité Central tuvieron lugar de forma más o menos regular; posteriormente, cuando Stalin comenzó a abusar de su poder en forma creciente, estos principios se violaron totalmente. Esto fue especialmente evidente en los últimos quince años de su vida. ¿Podría considerarse normal que transcurriesen trece años entre el decimoctavo y el decimonovenos Congreso del Partido, años durante los cuales nuestro Partido y nuestro país vivió tantos acontecimientos importantes? Estos acontecimientos exigían categóricamente que el Partido aprobara resoluciones concernientes a la defensa del país durante la guerra patriótica, y a la construcción de la paz después de la guerra. Aun después de la guerra no se reunió un congreso durante más de siete años. Los plenos del Comité Central. no se celebraron casi nunca. Basta mencionar que durante todos los años de la guerra patriótica no tuvo lugar un solo pleno del Comité Central. Es cierto que se intentó celebrar un pleno del Comité Central en octubre de 1941, cuando se convocó en Moscú a todos sus miembros de los diversos puntos del país. Esperaron dos días la inauguración de ese pleno, pero en vano; Stalin ni siquiera quiso reunirse y conversar con los miembros del Comité Central. Este hecho demuestra lo desmoralizado que se encontraba Stalin en los primeros meses de la guerra, y con cuánta altivez y desdén trataba a los miembros del Comité Central.

En la práctica, Stalin ignoraba las normas de la vida del Partido y pisoteaba los principios leninistas de gobierno colegial.

La tendenciosa actitud de Stalin hacia el Partido y el Comité Central se puso plenamente en evidencia después del decimoséptimo Congreso del Partido, que tuvo lugar en 1934.

Disponiendo ahora de numerosos datos que comprueban su incalificable actitud hacia los líderes del Partido, el Comité Central ha creado una Comisión del Partido bajo el control del Presidium del Comité Central. A esta Comisión se le encargó de investigar todo aquello que hizo posible las represiones en masa contra la mayoría de los miembros del Comité Central y los candidatos elegidos para que actuaran en el decimoséptimo Congreso del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique).

La Comisión se ha familiarizado con una gran cantidad de material existente en los archivos de la NKVD y con otros documentos, y ha establecido muchos hechos que conciernen la falsificación de cargos contra comunistas, las falsas acusaciones y los descarados abusos de la legalidad socialista que tuvieron como consecuencia la muerte de gente inocente. Es obvio que muchos activistas del Partido, del Soviet y de la economía que fueron calificados en 1937-1938 de «enemigos», nunca fueron realmente ni enemigos, ni espías, ni saboteadores, etc., sino siempre comunistas honrados. Eran acusados injustamente y —no pudiendo soportar tanta bárbara tortura— se autoinculpaban, por orden de los jueces investigadores (falsificadores) de toda clase de crímenes graves e increíbles.

La Comisión ha presentado al Presidium del Comité Central un material extenso y bien documentado referente a las represiones en masa llevadas a cabo contra los delegados del decimoséptimo Congreso del Partido y contra miembros del Comité Central elegidos en ese Congreso. Este material ha sido estudiado por el Presidium del Comité Central.

Se ha comprobado que de los 139 miembros y candidatos del Comité Central del Partido que se eligieron en el decimoséptimo Congreso, 98 de ellos, es decir el 70 %, fueron arrestados y fusilados (la mayor parte entre 1937 y 1938). [Indignación en la sala] ¿Cuál era la composición de los delegados que participaron en el decimoséptimo Congreso? Se sabe que el 80% de, los participantes con voto del decimoséptimo Congreso ingresó en el Partido en la época de la conspiración anterior a la revolución y durante la guerra civil; esto quiere decir antes de 1921. El origen social de la masa de los delegados era la clase trabajadora (60 % de los miembros con voto).

Por esta razón es inconcebible que un Congreso así constituido eligiese para el Comité Central una mayoría compuesta por enemigos del Partido. La única razón por la cual el 70 % de los miembros del Comité Central y de los miembros elegidos en el decimoséptimo Congreso fueron calificados de «enemigos del pueblo y del Partido», es porque se difamó a comunistas honrados por medio de acusaciones falsificadas, minando así gravemente la legalidad revolucionaria.

El mismo destino hallaron no sólo los miembros del Comité Central, sino también la mayoría de los delegados del decimoséptimo Congreso del Partido. De los 1.966 delegados que fueron allí, con derecho a voto o como asesores, 1.108 fueron arrestados y acusados de crímenes contra la revolución, es decir, una amplia mayoría. Este mero hecho demuestra cuán absurdos, cuán contrarios al sentido común fueron los cargos de crímenes «contrarevolucionarios» esgrimidos en contra de ellos, ya que no nos es posible entender cómo la mayoría de los componentes del decimoséptimo Congreso pudiesen haber merecido tales acusaciones. [Indígnación en la sala]

Recordaremos que el decimoséptimo Congreso del Partido se conoce históricamente como el Congreso de los Victoriosos. Los delegados a ese Congreso habían participado activamente en la construcción del Estado Socialista; muchos de ellos habían sufrido y habían luchado por los intereses del Partido durante los años prerrevolucionarios. Ellos habían luchado contra el enemigo valientemente y a menudo se enfrentaron la muerte cara a cara, sin temor.

¿Cómo podríamos creer que esa gente se demostrase posteriormente traidora y que hubiese ingresado en las filas de los enemigos del socialismo durante el período posterior a la liquidación política de los zinovievistas, trotskistas y derechistas y después de las grandes conquistas de la construcción socialista? Esto fue el resultado de la forma en que Stalin abusó del poder y comenzó a utilizar el terror contra los jefes del Partido.

¿Cuál es la razón por la cual las persecuciones en masa contra los activistas se incrementaron más y más después del decimoséptimo congreso? Fue porque en ese momento Stalin se había situado tan por encima del Partido, tan por encima del país, que había dejado de tener en cuenta tanto al comité central como al Partido.

Mientras que antes del decimoséptimo congreso Stalin aún tenía en consideración la opinión colectiva, tras la liquidación política de los trotskistas, zinovievistas y bujarinistas, cuando —como resultado de la lucha y de las victorias socialistas— el Partido había logrado la unidad, Stalin dejó de valorar a los miembros del comité central del Partido e incluso a los del Politburó; Stalin pensó que a partir de entonces podía decidirlo todo por su cuenta, y que lo único que necesitaba eran estadísticos; a todos los demás los trató de forma que sólo les era posible escucharle y alabarlo.

Después del asesinato criminal de Serguéi M. Kírov, el amigo más íntimo de Stalin, miembro del Politburó y jefe del Partido en Leningrado [su asesinato en 1934 fue el pretexto para iniciar una gran purga], comenzaron las persecuciones en masa y las violaciones brutales de la legalidad soviética. En la tarde del 1 de diciembre de 1934, por iniciativa de Stalin (sin la aprobación del Politburó), el Secretario del Comité Central Ejecutivo, Yenukidze, firmó la siguiente directiva:

«1. - Se ordena a los servicios de investigación que aceleren los casos de los acusados de la preparación y ejecución de actos de terrorismo.

2. - Se ordena a los organismos judiciales que no aplacen las ejecuciones de las penas de muerte dictadas por crímenes de esta categoría para examinar las posibilidades de indulto, porque el Presidium del Comité Central Ejecutivo de la URSS no considera la posibilidad de aceptar peticiones de esta índole.

3. - Los organismos del Comisariado de Asuntos Interiores deben ejecutar las penas de muerte contra los criminales de la categoría arriba mencionada tan pronto como se dicten las sentencias. » [Yenukidze, uno de los más antiguos amigos de Stalin, fue ejecutado en 1937].

Esta directiva fue la base de una serie de acusaciones en masa y de abusos contra la legalidad socialista. Durante muchos de los juicios falsificados se acusó a los reos de preparar actos de terrorismo; esto les privaba de la posibilidad de que sus casos fuesen reabiertos aun cuando ellos declararan ante el Tribunal que se les había hecho confesar a la fuerza o cuando, de un modo convincente, rechazaban las acusaciones esgrimidas contra ellos.

Debemos afirmar que hasta el momento las circunstancias que rodean el asesinato deKírov encubren muchos asuntos inexplicables y misteriosos que exigen un examen más cuidadoso. Hay razones que permiten suponer que el asesino de Kírov, Nikolayev, fue ayudado por uno de los hombres asignados para proteger la persona de Kírov.

Mes y medio antes del asesinato, Nikolayev fue apresado por un supuesto comportamiento sospechoso, pero se le dejó en libertad y ni siquiera se le registró. Es causa de sospecha el hecho de que cuando el miembro de la Cheka designado para proteger a Kírov fue conducido para ser interrogado el 2 de diciembre de 1934, murió en un accidente automovilístico, del cual salieron ilesos todos los otros ocupantes del vehículo. Después del asesinato deKírov, altos funcionarios de la NKVD en Leningrado fueron condenados a penas muy suaves, pero en 1937 se les fusiló. Podemos presumir que se les fusiló para cubrir el rastro de los organizadores del asesinato de Kírov [agitación en la sala].

Las persecuciones en masa aumentaron inmensamente desde finales de 1936, después de que Stalin y Zhdánov [antes de su muerte repentina en 1948, se consideraba a Zhdánov como el posible sucesor de Stalin] enviaran un telegrama fechado en Sochi el 25 de septiembre de 1936 y que iba dirigido a Kaganovich, Molotov y otros miembros del Politburó. Su contenido era el siguiente:

«Consideramos absolutamente indispensable que el camarada Yezhov sea nombrado Comisario del Pueblo para los asuntos interiores. Yagoda ha demostrado ser incapaz de desenmascarar al bloque trotskista-zinovievista. La OGPU lleva un atraso de cuatro años en este asunto. Ello lo han notado todos los militantes del Partido y la mayoría de los representantes de la NKVD.»

[Yagoda y Yezhov fueron jefes de la Policía Secreta en períodos sucesivos. Yagoda, después de iniciar la gran purga cayó preso en ella y fue liquidado en 1938, Yezhov asumió la dirección de las purgas y las prolongó enormemente, hasta que fue reemplazado por Beria en 1938, quien —aparentemente— lo hizo ejecutar.]

En sentido estricto, debemos enfatizar que Stalin no se puso en contacto con los trabajadores del partido, y por lo tanto no podía conocer su opinión.

Esta formulación estalinista de que la NKVD [término intercambiable con OGPU] llevaba cuatro años de atraso en sus investigaciones represivas y de que era necesario recuperar el tiempo perdido, indujo a los miembros de la NKVD a realizar detenciones en masa y ejecuciones.

Debemos recalcar que esta formulación fue impuesta a la Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista, celebrada entre febrero y marzo de 1937. La sesión plenaria la aprobó sobre la base del informe de Yezhov titulado «Lecciones que surgen de las actividades nefastas de espionaje y diversión organizadas por agentes japoneses, alemanes y trotskistas». Por lo cual se acordó lo siguiente:

«El Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique) considera que todos los hechos revelados durante la investigación de una actividad antisoviética de origen trotskista, apoyada por sus secuaces en las provincias, demuestran que el Comisariado del Pueblo de Asuntos Interiores se ha atrasado por lo menos cuatro años en el trabajo destinado a desenmascarar a los inexorables enemigos del pueblo.»

Las persecuciones en masa se estimulaban en este tiempo en nombre de la lucha contra el trotskismo. ¿Es cierto que los trotskistas en ese tiempo constituían un peligro para el Partido y el Estado Soviético? Debemos recordar que en 1927, en vísperas del decimoquinto congreso del Partido, la oposición trotskista-zinovievista sólo obtuvo unos 4.000 votos, frente a los 724.000 votos en la línea del Partido. Durante los diez años que transcurrieron entre el decimoquinto congreso del Partido y el pleno de febrero y marzo del Comité Central del Partido, el trotskismo se había debilitado completamente, muchos trotskistas habían abandonado sus opiniones anteriores y trabajaban en diversos sectores por la construcción del socialismo. Queda claro que la marcha de la construcción socialista era tal que no justificaba el terror y las represiones en masa por todo el país.

El informe de Stalin en el pleno de 1937: «Deficiencias en el trabajo y los métodos del partido para la liquidación de los trotskistas y otros embusteros», contenía un intento de justificación teórica de la política de terror masivo bajo el pretexto de que, puesto que avanzamos hacia el socialismo, la lucha de clases debía agudizarse supuestamente. Stalin afirmó que tanto la historia como Lenin así nos lo enseñaban.

Lo cierto es que Lenin enseñó que sólo era necesario recurrir a la violencia revolucionaria por la resistencia de las clases explotadoras, y esto hacía referencia a la era en la que las clases explotadoras existían y tenían poder. Tan pronto como la situación política de la nación hubo mejorado, cuando en enero de 1920 el Ejército Rojo tomó Rostov, logrando su más importante victoria sobre Denikin, Lenin dió órdenes a Deherjinsky [primer jefe de la Policía Secreta Bolchevique] de cesar el terror en masa y de abolir la pena de muerte. Lenin justificó esta importante medida política del Estado Soviético del siguiente modo en su informe a la Sesión del Comité Central Ejecutivo del 2 de febrero de 1920:

«Nos vimos obligados a recurrir al terror a causa del terror que practicó la Entente, cuando poderosas potencias del mundo lanzaron sus hordas contra nosotros sin contemplaciones. No hubiésemos durado dos días si no hubiésemos respondido a estos atentados de la oficialidad y de la Guardia Blanca sin dar cuartel. Esto supuso el uso del terror, pero nos vimos obligados a ello por los métodos terroristas de la Entente. Pero tan pronto como logramos una victoria decisiva y aún antes de que terminase la guerra, inmediatamente después de la toma de Rostov, renunciamos a la pena de muerte, probando así nuestra decisión de llevar a cabo nuestro programa en la forma en que lo habíamos prometido. Decimos ahora que nuestra decisión de recurrir a la violencia fue consecuencia de nuestra determinación de neutralizar a los explotadores, los grandes terratenientes y los capitalistas. Tan pronto como se logró esto, abandonamos el uso de métodos despiadados. Lo hemos probado en la práctica.»

Stalin renegó de estos claros preceptos de Lenin. Stalin lanzó al Partido y la NKVD a una política de terror cuando las clases explotadoras de nuestro país habían sido liquidadas, y cuando no había razones serias para el uso extraordinario del terror en masa.

Este terror no se dirigió de hecho contra los restos de las clases explotadoras, sino contra trabajadores honrados del Partido y del Estado Soviético; contra ellos se esgrimieron acusaciones difamantes, falsas y absurdas, atribuyéndoseles intenciones ocultas de espionaje, sabotaje y la preparación de complots ficticios, etc.

En el Pleno del Comité Central celebrado entre febrero y marzo de 1937, muchos de sus miembros pusieron en duda la justeza del curso que se había impuesto a los acontecimientos al mantener las represiones en masa bajo el pretexto de que se combatían las intenciones ocultas.

El camarada Postyshev, jefe del Partido en Ucrania, quien desapareció en 1937, expresó elocuentemente sus dudas al respecto. Lo que dijo fue:

«Mi pensamiento me induce a considerar que los severos años de lucha han terminado; los miembros del Partido que se han desviado, se han desmoralizado o se han pasado al campo del enemigo; elementos saludables han luchado en defensa del Partido. Esos eran los años de la industrialización y la colectivización. Nunca creí posible que una vez pasado este periodo severo, Karpov y otros como él puedan estar junto al enemigo. era(Karpov  un miembro del Comité Central Ucraniano que Postyshev conocía bien). Y ahora, según el testimonio, resulta que Karpov fue reclutado en 1934 por los trotskistas. Personalmente no creo que quien en 1934 era un miembro honrado del Partido, que durante largo tiempo marchó sin cejar por el duro camino que imponía la lucha contra los enemigos del Socialismo y del Partido, pueda estar hoy en el campo de los enemigos. Yo no lo creo... No me puedo imaginar que sea posible estar con el Partido durante los años difíciles y luego, en 1934, pasarse a los trotskistas. Esto es algo muy raro...» [Agitación en la sala].

Utilizando la formulación de Stalin que establece que mientras más cerca nos hallamos del socialismo, más enemigos le surgen, y basándose en la resolución aprobada por el pleno del Comité Central celebrado entre febrero y marzo y que es consecuencia del informe de Yezhov, los provocadores que se habían infiltrado en los organismos de seguridad del Estado comenzaron a proteger en nombre del Partido la persecución en masa que se realizaba contra los miembros del Partido, los líderes del Estado Soviético y los simples ciudadanos soviéticos. Basta anotar que el número de personas apresadas por crímenes «contrarrevolucionarios» aumentó diez veces entre 1936 y 1937.

Se sabe que se actuó de mala fe contra los dirigentes del Partido. Los estatutos del Partido, aprobados en el decimoséptimo congreso, se basaban en los principios leninistas expresados en el décimo congreso del Partido. Establecían que para aplicar un método extremo como excluir del Partido a un miembro del Comité Central, a un candidato al Comité Central y contra un miembro de la Comisión de Control del Partido, «es necesario convocar un pleno del Comité Central e invitar al pleno a todos los candidatos al Comité Central y a todos los miembros de la Comisión de Control del Partido»; sólo si los dos tercios de tal asamblea general de dirigentes del partido responsables lo considera necesario, sólo entonces un miembro o candidato del Comité Central puede ser expulsado.

La mayoría de los miembros y candidatos del Comité Central elegidos durante el decimoséptimo Congreso y arrestados entre 1937 y 1938 fueron expulsados ilegalmente, lo que constituye un abuso brutal de los estatutos del Partido, por cuanto ningún pleno del Comité Central estudió jamás sus casos.

Ahora que se han examinado las acusaciones contra estos presuntos espías y saboteadores, se ha visto que sus casos habían sido falsificados. Las confesiones de culpabilidad de muchos de esos presuntos enemigos del pueblo se obtuvieron sometiéndolos a torturas inhumanas y crueles.

Al mismo tiempo Stalin, según nos han informado los miembros del Politburó de ese tiempo, jamás mostró a ese organismo las declaraciones hechas por muchos acusados ante el Tribunal Militar, en las cuales, negaban sus confesiones y solicitaban que se reabriera su proceso. Declaraciones de ese tipo había muchas y Stalin sin duda las conocía.

El Comité Central considera indispensable informar al Congreso acerca de muchos de estos casos falsificados contra los miembros del Comité Central del Partido elegidos en el decimoséptimo Congreso.

Un ejemplo de provocación vil, de falsificación detestable y de violación criminal de la legalidad revolucionaria es el caso del que fuera candidato al Politburó del Comité Central, un eminente trabajador del Partido y del gobierno soviético, el camarada Eikhe, que había ingresado en el Partido en 1905. [Conmoción en la sala]

El camarada Eikhe fue arrestado el 29 de abril de 1938 a raíz de un informe difamante, sin la sanción del fiscal de la URSS, la cual se recibió finalmente quince meses después del arresto. La investigación del caso Eikhe se llevó a cabo de un modo que violó la legalidad soviética en forma absoluta y sobre las bases de una falsificación consciente de los hechos.

Eikhe fue obligado bajo tortura a firmar antes de tiempo un protocolo de sus confesiones preparado por los jueces a cargo de la investigación, que lo acusaban de actividades antisoviéticas.

El 1° de octubre de 1939 Eikhe envió una declaración a Stalin, en la cual negó categóricamente su culpabilidad y solicitó que se revisara su caso. En esa declaración decía: « No hay miseria más grande que estar sentado tras las rejas de una cárcel del gobierno por el cual siempre he luchado». Se conserva una segunda declaración de Eikhe, que él envió a Stalin el 27 de octubre de 1939. En ella citaba hechos muy convincentemente y rebatía las acusaciones difamatorias alzadas contra él, arguyendo que esa acusación difamatoria era, por una parte, obra de los trotskistas reales que él había aprobado como Primer Secretario del Comité del Partido del Territorio de Siberia Occidental, y que conspiraron para vengarse de él y, por otra parte, el resultado de la falsificación de pruebas por parte de los jueces investigadores.

Eikhe escribió en su declaración:

«El 25 de octubre de este año fui informado de que una investigación de mi caso había culminado y se me permitió el acceso a los documentos de esa investigación. Si fuese cierta la centésima parte de los crímenes de que se me acusa no me habría atrevido a enviarle esta declaración previa a mi ejecución: no obstante no soy culpable de una sola de esas acusaciones y mi corazón se encuentra limpio aún de la sombra de una bajeza. Jamás en mi vida le he dicho a Ud. una sola mentira y ahora que tengo mis dos pies en la tumba, tampoco le miento. Todo mi caso es un ejemplo típico de provocación, difamación y violación de las bases elementales de nuestra legalidad revolucionaria... Las confesiones que se incluyen en mi expediente no sólo son absurdas, sino que contienen además declaraciones difamantes acerca del Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique) y del Consejo de Comisarios del Pueblo, por cuanto resoluciones correctas del Comité Central del Partido Bolchevique y del Consejo de Comisarios del Pueblo, que no se tomaron a raíz de ninguna iniciativa mía y en las cuales no intervine, se presentan como actos hostiles de organizaciones contrarrevolucionarias realizados por insinuación mía... Me estoy refiriendo a la parte más vergonzosa de mi vida, o sea, a mi confesión de estar envuelto en actividades contrarrevolucionarias... El caso es el siguiente: No me fue posible soportar las torturas a que me sometieron Ushakov y Nikolayev [oficiales de la NKVD], y especialmente el primero, que, sabiendo que tenía las costillas rotas y que ellas todavía no se habían soldado, me causó mucho dolor, obligándome así a acusarme a mí mismo y a otros. La mayor parte de mi confesión me fue sugerida o dictada por Ushakov, el resto es mi reconstrucción del material proporcionado por la NKVD, referente a Siberia Oriental y por él asumo toda responsabilidad. Cada vez que alguna parte de lo que se había dictado, o sea, de la historia inventada por Ushakov, se mostraba inconsistente, se me obligaba a firmar una modificación. Lo mismo le hicieron a Rukhimovich, que al principio fue designado miembro de la reserva y cuyo nombre fue finalmente eliminado sin que yo fuera informado; lo mismo le hicieron también al director de la reserva, supuestamente nombrado por Bujanin en 1935. Al principio escribí mi nombre, y luego se me ordenó añadir el de Mezhlauk. Hubo otros casos semejantes. ... Le ruego y solicito que estudie nuevamente mi caso y no con el objeto de que se me indulte, sino con la finalidad de desenmascarar la vil provocación que como una serpiente se ha envuelto en torno a muchas personas como consecuencia de la mezquindad y la difamación criminal. Yo nunca lo he traicionado a Vd. ni al Partido. Sé que muero debido al vil y mezquino trabajo de enemigos del Partido, del pueblo, que han falsificado esta provocación contra mí.»

Parecería que una declaración tan importante merecía llevarse al Comité Central para que la examinara. Sin embargo, no fue así y la declaración fue enviada a Beria mientras se seguía maltratando al candidato al Politburó, el camarada Eikhe.

El 2 de febrero de 1940, Eikhe fue llevado ante el tribunal. Allí no confesó ninguna culpa y dijo lo siguiente:

En todas las denominadas confesiones por mi parte no hay una sola letra escrita por mí con la excepción de mis firmas bajo los protocolos que me obligaron a escribir. He confesado bajo la presión del juez investigador que desde el momento de mi arresto me ha torturado. Tras ello empecé a escribir todo ese sinsentido. Lo más importante para mí es decirle al tribunal, al partido y a Stalin que no soy culpable. Nunca he sido culpable de ninguna conspiración. Moriré creyendo en la verdad de la política del partido como he creído en ella toda mi vida.

El 4 de febrero Eikhe fue fusilado. [Indignación en la sala] Ahora se ha probado definitivamente que la causa de Eikhe fue amañada y ha sido rehabilitado póstumamente.

El camarada Rudzutak, candidato a miembro del Politburó, miembro del Partido desde 1905, que había sufrido diez años de trabajos forzados en un campo de trabajo zarista, renegó absolutamente ante el Tribunal de la confesión que se le había obligado a firmar. Los protocolos de la sesión del Colegio del Tribunal Supremo Militar contienen la siguiente declaración de Rudzutak:

«...La única petición que hace al Tribunal es que el Comité Central del Partido de Toda la Unión (Bolchevique) sea informado de que la NKVD cuenta entre los suyos con un núcleo que hábilmente fabrica documentos acusatorios que obligan a gente inocente a confesar; no se le da a uno oportunidad de demostrar que no ha participado en los crímenes que las confesiones de otras personas establecen. Los métodos de investigación son tales que obligan a mentir a las personas y a difamar a gente enteramente inocente más allá de los que ya están acusados. Le pide al Tribunal que le permita informar por escrito al Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique) acerca de todo esto. Él asegura al Tribunal que personalmente no ha tenido nunca intenciones malignas respecto a la política de nuestro Partido, porque siempre ha estado de acuerdo con la política del Partido en lo que concierne a las actividades culturales y económicas.»

Esta declaración de Rudzutak no fue tenida en cuenta a pesar de que Rudzutak era en ese momento jefe de la Comisión de Control Central, que se había organizado de acuerdo con las concepciones de Lenin con el objeto de luchar por la unidad del Partido. De este modo cayó el jefe de este alto organismo del Partido, víctima de una mala fe bestial y antojadiza; ni siquiera se le hizo comparecer ante el Politburó del Comité Central porque Stalin no quería hablar con él. En veinte minutos se decidió su sentencia y fue fusilado. [Indignación en la sala]

Después de estudiar cuidadosamente este caso en 1955, se estableció que la acusación contra Rudzutak era falsa y que se basaba en material difamante. Rudzutak ha sido rehabilitado póstumamente.

La forma en que trabajaba la NKVD para falsificar diversos centros ficticios antisoviéticos y bloques de la misma índole con la ayuda de métodos provocadores se esclarece en la confesión del camarada Rosenblum, miembro del Partido desde 1906, que fue detenido en 1937 por la NKVD de Leningrado.

Durante el examen a que fue sometido en 1955 el caso de Komarov, Rosenblum reveló lo siguiente: Cuando Rosenblum fue detenido en 1937, se le torturó en forma terrible y se le ordenó que confesara informaciones falsas respecto a sí mismo y a otras personas. Entonces se le llevó a la oficina de Zakovsky [alto oficial de la Policía Secreta], quien le ofreció su libertad a condición de que confesara ante el Tribunal lo que se había inventado en la NKVD en 1937, referente a sabotaje, espionaje y trabajo en un centro terrorista de Leningrado. [Agitación en la sala] Con un cinismo increíble Zakovsky le habló del vil mecanismo para crear complots antisoviéticos ficticios.

«Con el objeto de explicarme su funcionamiento —dijo Rosenblum— Zakovsky me insinuó varias posibles variantes de la organización del centro de Leningrado y sus sucursales. Después de explicarme la organización en detalle, Zakovsky me dijo que la NKVD estudiaría el caso de este centro, observando que el juicio sería público. Ante los tribunales se acusaría a cuatro o cinco supuestos miembros de este centro, a Chudov, Ugarov, Smorodin, Pozern, Shaposhnikova (la esposa de Chudov) y otros, conjuntamente con dos o tres miembros de las sucursales de éste centro... El caso del centro de Leningrado tiene que construirse con solidez, y por ello se necesitan testigos. El origen social (por supuesto, en el pasado) y la situación en el Partido de los testigos tendrá un papel no menor... Ud. mismo, dijo Zakovsky, no necesitará inventar nada. La NKVD preparará para Ud. una reseña respecto a cada sucursal del Centro; Ud. tendrá que estudiarla muy bien y recordar en detalle las preguntas y las respuestas que puedan surgir en el Tribunal. Este caso estará listo dentro de unos tres o cuatro meses o quizás medio año. Durante todo este tiempo Ud. ha de prepararse de modo que no comprometa ni la investigación ni a su persona. Su futuro dependerá del desenlace del juicio y sus resultados. Si Ud. comienza a mentir y atestiguar falsamente, cúlpese Ud. mismo. Si logra soportarlo, salvará su cabeza y nosotros lo alimentaremos, y vestiremos a expensas del gobierno hasta el día de su muerte.»

Este es el tipo de vileza que se practicaba en ese tiempo. [Agitación en la sala]

Y mucho más habitual era la falsificación de casos practicada en las provincias. Los cuarteles de la NKVD del oblast Sverdov "descubrieron" la llamada "plantilla del alzamiento de los Urales" —un órgano del bloque de derechistas, trotskistas, socialrevolucionarios, dirigentes religiosos— cuyo jefe era supuestamente el secretario del Comité del Partido del Oblast de Sverdlov y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique), Kabakov, que había sido miembro del partido desde 1914. El material de investigación de ese tiempo demuestra que en casi todas las regiones y provincias de la República existían supuestos grupos de derechistas-trotskistas dedicados al espionaje y al terror, organizados en centros de sabotaje y lo curioso es que los jefes de todas estas organizaciones, no sabemos por qué razón, eran siempre los Primeros Secretarios de los Comités Centrales del Partido Comunista en las provincias o repúblicas de la Unión Soviética.

Muchos miles de comunistas inocentes y honrados han muerto como resultado de estas monstruosas falsificaciones y como consecuencia del hecho de que se aceptó todo tipo de confesiones difamantes obtenidas por la fuerza contra uno mismo y contra otros. De la misma manera se falsificaron los casos contra los eminentes trabajadores del Estado y del Partido: Kosior, Chubar, Póstyshev, Korsaryev y otros.

Durante esos años se aplicó la persecución en gran escala y de ello resultó la pérdida de muchos leales servidores del Partido. Se aceptó la viciosa práctica de permitir que la NKVD preparase lista de personas cuyos casos caían bajo la jurisdicción del Colegio Militar y cuyas sentencias se preparaban de antemano. Yezhov enviaba estas listas a Stalin para que él las aprobara en persona y sugiriera el castigo. Entre 1937 y 1938, 383 de estas listas que contenían los nombres de muchos miles de miembros del Partido, del Gobierno, del Komsomol, del Ejército y de la Economía se enviaron a Stalin. Él aprobó esas listas.

Un gran número de estos casos se está revisando ahora y muchos de ellos se han anulado porque se basan en falsificaciones. Basta decir que desde 1954 hasta el momento, el Colegio Militar del Tribunal Supremo ha rehabilitado a 7.679 personas, muchas de las cuales están muertas. Detenciones en masa de trabajadores del Partido, de la Economía, del Soviet y del Ejército han causado enorme daño a nuestro país y a la causa del desarrollo socialista. La persecución en masa tiene una influencia negativa sobre las condiciones político-morales del Partido, puesto que crean una situación de incertidumbre y un ambiente de sospechas malsanas que destruye la confianza entre los comunistas. Todo tipo de difamadores y de trepadores se aprovechó de esta circunstancia.

Las resoluciones del Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique) celebrado en enero de 1938, habían mejorado en parte la organización del Partido. No obstante, en 1938 continuaban las persecuciones generalizadas. Sólo porque este Partido tiene a su disposición un fondo moral y político tan poderoso ha podido sobrevivir tras la difícil etapa de 1937-1938. No hay duda, sin embargo, de que nuestra marcha hacia el socialismo y hacia la preparación de la defensa nacional habría sido mucho más exitosa de no haber sido por la tremenda pérdida sufrida en los mandos como resultado de las represiones masivas infundadas de 1937-1938.

Con justicia acusamos a Yezhov por las prácticas degeneradas que puso en marcha en 1937. Pero debemos contestar las siguientes preguntas: ¿Es posible que Yezhov detuviera a Kosior, por ejemplo, sin que lo supiera Stalin? ¿Hubo un intercambio de opiniones o alguna decisión del Politburó al respecto? No, no lo hubo, como tampoco lo hubo en otros casos semejantes. ¿Podría Yezhov haber decidido por su cuenta un asunto tan importante como el que atañe a la vida de un eminente miembro del Partido? No, seria ingenuo creer que todo esto lo hizo Yezhov por sí solo. Es obvio que estos asuntos los decidía Stalin y que si él no hubiese ordenado y sancionado todo, Yezhov no habría podido operar.

Hemos examinado los casos de Kosior, de Rudzutak, de Postyshev, de Kosaryev y otros y los hemos rehabilitado. ¿Por qué causa fueron arrestados y sentenciados? Al revisar la evidencia, no se encuentra razón para ello. Ellos, como muchos otros, fueron detenidos sin el conocimiento del fiscal. En tal caso no hay necesidad de que se sancione nada y ¡qué sanción se iba a necesitar cuando Stalin lo decidía todo! Él era en estos casos el fiscal. Stalin no sólo estaba de acuerdo con estas detenciones, sino que él las ordenaba por iniciativa propia. Debemos decir esto para que los delegados del Congreso puedan valorar los hechos y llegar a las debidas conclusiones.

Los acontecimientos prueban que muchos de los abusos fueron ordenados por Stalin sin tener en cuenta ninguna de las normas del Partido o de la Ley Soviética. Stalin era un hombre desconfiado, enfermizamente suspicaz; nosotros lo conocíamos, porque trabajábamos con él. Podía mirar a un hombre y decir: «¿Por qué están tan esquivos tus ojos hoy?» o «¿Por qué vuelves los ojos hacia otro lado y evitas mírarme de frente?» Sus enfermizas sospechas creaban en él una desconfianza general que envolvía aun a los más destacados miembros del Partido que conocía desde hacía muchos años. En todas partes veía enemigos, agentes dobles y espías. Puesto que poseía un poder ilimitado, daba rienda suelta a su carácter malintencionado, asfixiando moral y físicamente a las personas. Surgió una situación que hacía imposible que uno expresara su voluntad.

Cuando Stalin decía que era necesario detener a tal o cual persona, había que aceptar dogmáticamente que se trataba de un «enemigo del pueblo». Mientras tanto la pandilla de Beria, que dirigía los organismos de seguridad del Estado, se superaba falsificando las pruebas de la culpabilidad de los detenidos y de la veracidad de los documentos que falsificaba. ¿Y qué pruebas se ofrecían? Las confesiones de los detenidos; y los jueces instructores aceptaban estas confesiones. ¿Y cómo es posible que una persona confiese haber realizado crímenes que no ha cometido? Sólo si se aplican métodos de tortura física que la reduce a un estado de inconsciencia, que la priva de su juicio y la despoja de su dignidad de ser humano. De esta manera se obtenían las confesiones.

Cuando la ola de detenciones en masa empezó a disminuir en 1939 y los líderes territoriales de las organizaciones del Partido comenzaron a acusar a los miembros de la NKVD de usar métodos de presión física, entonces Stalin despachó un telegrama en clave, el 20 de enero de 1939, al Comité de Secretarios de Regiones y Territorios, a los Comités Centrales de los Partidos Comunistas de las Repúblicas Populares, a los Comisarios de Asuntos Interiores y a los jefes de la NKVD. Este telegrama decía:

«El Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique) precisa que la aplicación de métodos de presión física por la NKVD es aceptada desde 1937 de acuerdo con el permiso dado por el Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique) en 1937... Es cosa sabida que todos los servicios de inteligencia burgueses, utilizan medios físicos para influir sobre los representantes del proletariado socialista y que los usan en sus formas más escandalosas. La pregunta es ¿por qué el Servicio de Inteligencia Socialista ha de ser más humanitario con los insensatos agentes de la burguesía, con los mortales enemigos de la clase trabajadora? El Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique) considera que la presión física aún debe usarse obligatoriamente de forma excepcional a conocidos y obstinados enemigos del pueblo, siendo en estos casos justificable y apropiado.»

De esta manera sanciona Stalin, en nombre del Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique), la más vil violación de la legalidad socialista, la tortura y la opresión, todo lo cual condujo a difamantes autoacusaciones de gente inocente.

Hace no mucho —sólo unos días antes de este congreso— convocamos una sesión del Presidium del Comité Central e interrogamos al juez investigador Rodos, quien en su día había investigado e interrogado a Kosior, Chubar y Kosarev. Es una persona vil, con un cerebro de mosquito y completamente degenerado desde un punto de vista moral. Y era este hombre el que decidía el destino de prominentes trabajadores del partido; también juzgaba él sobre las políticas referentes a estos temas, porque, habiendo establecido su "crimen", proporcionaba a la vez materiales de los que se podía extraer importantes implicaciones políticas.

La pregunta es si un hombre con tal intelecto podría haber llevado a cabo por sí solo la investigación y encontrar el modo de probar la culpabilidad de gente como Kosior y otros. No, no podría haberlo hecho sin la dirección adecuada. En la sesión del Presidium del Comité Central nos dijo: «Me dijeron que Kosior y Chubar eran enemigos del pueblo y por ello, en calidad de juez investigador, tenía que hacerles confesar que eran enemigos.» [Indignación en la sala]

Y eso lo lograría únicamente mediante torturas prolongadas, lo cual hizo siguiendo instrucciones detalladas de Beria. Debemos afirmar que en la sesión del Presidium del Comité Central declaró cínicamente: «Pensé que estaba ejecutando órdenes del Partido Así era como se ejecutaban en la práctica las órdenes de Stalin sobre el uso de métodos de presión física contra los detenidos.

Éstos y otros muchos hechos demuestran que todas las normas correctas del Partido para la solución de diversos problemas se anularon, de modo que todo dependía del capricho de un hombre.

El poder acumulado en las manos de una persona, Stalin, condujo a nefastas consecuencias durante la gran guerra patriótica.

Cuando vemos muchas de nuestras películas, leemos muchas de nuestras novelas y estudios históricos y científicos, la labor de Stalin en la guerra patriótica aparece como algo enteramente inverosímil. Stalin lo había previsto todo. El ejército soviético, basándose en planes estratégicos preparados mucho antes por Stalin, usó las tácticas denominadas de «defensa activa», es decir, tácticas que, como sabemos, permitieron a los alemanes llegar hasta Moscú y Stalingrado. Usando estas tácticas, el Ejército Soviético, supuestamente gracias únicamente al genio de Stalin, quebró la ofensiva y subyugó al enemigo. La victoria épica lograda por el poderío armado de la tierra soviética, por el heroísmo de su pueblo, se atribuye enteramente en estas novelas, películas y estudios científicos al genio estratégico de Stalin.

Debemos analizar este asunto con cuidado, porque tiene inmenso alcance desde el punto de vista no sólo histórico, sino también político, educativo y práctico. ¿Cuáles son los hechos?

Antes de la guerra, nuestra prensa y todo nuestro trabajo político-educativo se caracterizaba por su tono fanfarrón: Si un enemigo viola el santo suelo soviético, por cada golpe del enemigo responderemos con tres golpes, combatiremos al enemigo en su territorio y venceremos sin sufrir apenas daño. Pero estas afirmaciones tan tajantes no se basaban siempre en hechos concretos que habrían garantizado la inmunidad de nuestras fronteras.

Durante y después de la guerra, Stalin promovió la tesis de que la tragedia que nuestra nación vivió en la primera parte de la guerra era consecuencia de que Alemania atacó inesperadamente a la Unión Soviética. Pero, camaradas, esto es completamente falso. Tan pronto como Hitler llegó al poder en Alemania, se asignó a sí mismo la tarea de liquidar el comunismo. Los fascistas confesaban esto abiertamente y ellos no escondieron sus planes. Para conseguir este fin tan agresivo, Hitler creó toda suerte de pactos y bloques, tales como el famoso Eje Berlín-Roma-Tokio. Muchos hechos anteriores a la guerra demuestran que Hitler tenía la intención de lanzarse contra la Unión Soviética, y que había concentrado grandes unidades armadas, y también cuerpos blindados cerca de la frontera soviética.

Documentos publicados recientemente, demuestran que el 3 de abril de 1941, Churchill, a través de su embajador en la URSS, Cripps, advirtió personalmente a Stalin de que Hitler estaba reagrupando sus fuerzas armadas con el objeto de atacar a la Unión Soviética. Es evidente que Churchill no hizo esto debido a que abrigara un sentimiento de amistad hacia la Unión Soviética. Tenía muy presentes sus miras imperialistas, a las cuales convenía una sangrienta guerra entre Alemania y la URSS para así fortalecer al Imperio británico. No obstante, Churchill afirmaba en su nota que deseaba prevenir a Stalin y llamarle la atención respecto al peligro que le amenazaba. Churchill hizo hincapié repetidas veces en esto, tanto en sus despachos del 18 de abril como en los de los días siguientes. Pero Stalin no hizo caso de estas advertencias; más aún dió órdenes de que no se atribuyera importancia a esta clase de información para no provocar el inicio de operaciones militares.

Debemos reafirmar que informaciones de este tipo respecto a concentraciones alemanas destinadas a invadir el territorio soviético llegaban también a través de nuestros servicios militares y diplomáticos. No obstante, puesto que nuestros líderes estaban condicionados para no aceptar esas informaciones, ese tipo de noticias se enviaba con temor y se valoraba con reserva.

Así, por ejemplo, información enviada desde Berlín el 6 de mayo de 1941 por el agregado militar soviético, el capitán Vorontsov, decía: «El ciudadano soviético Bozer ... ha comunicado al viceagregado naval que, según ha afirmado cierto oficial alemán del cuartel general de Hitler, Alemania se está preparando para invadir la URSS el 14 de mayo a través de Finlandia, los países bálticos y Letonia. Al mismo tiempo Moscú y Leningrado serán fuertemente atacadas y paracaidistas tomarán tierra en las ciudades fronterizas...»

En su informe del 22 de mayo de 1941, el viceagregado militar en Berlín, Khlopov, comunicó que «... se informa de que el ataque del ejército alemán está previsto para el 15 de junio, pero es posible que empiece los primeros días de junio...»

Un cable de nuestra Embajada en Londres, con fecha 18 de junio de 1941, dice: «Ahora Cripps está absolutamente convencido de que es inevitable un conflicto entre Alemania y la URSS, y que éste se iniciará a más tardar a mediados de junio. Según Cripps, los alemanes, hasta el presente, tienen concentradas 147 divisiones (incluyendo fuerza aérea y unidades auxiliares) a lo largo de la frontera soviética...»

A pesar de estos avisos extremadamente serios, no se tomaron las medidas necesarias para preparar debidamente al país para su defensa o para prevenir que se le tomara desprevenido. ¿Contábamos con el tiempo y con la capacidad para prepararnos? Sí, tuvimos tiempo y teníamos capacidad. Nuestra industria había ya logrado un desarrollo tal, que era capaz de proveer totalmente al Ejército soviético. Esto lo prueba el hecho de que, aunque durante la guerra perdimos casi la mitad de nuestra industria e importantes zonas industriales y productoras de alimentos, como resultado de la ocupación de Ucrania, del Cáucaso del Norte y de otras partes occidentales del país, la nación soviética pudo aún organizar su producción de equipo militar en las regiones orientales y proveer a nuestras fuerzas armadas con todo lo necesario para destruir al enemigo. Si se hubiese movilizado nuestra industria debidamente y a tiempo para que proveyese al Ejército con el material necesario, nuestras pérdidas de guerra habrían sido decididamente inferiores. Esa movilización no comenzó, sin embargo, cuando debía. Y ya en los primeros días de la guerra se hizo obvio que nuestro Ejército estaba mal equipado, que no teníamos suficiente artillería, tanques o aviones para rechazar al enemigo.

La ciencia y la tecnología soviéticas produjeron excelentes modelos de tanques y piezas de artillería antes de la guerra. Pero no estaba organizada la producción en masa y lo cierto es que comenzamos a modernizar nuestro equipo en vísperas de la guerra. Como resultado de todo esto, en el momento que se produjo la invasión enemiga del territorio soviético, no teníamos la suficiente cantidad ya sea de maquinaria antigua que no se utilizaba para la producción de armamentos o de maquinaria nueva que pensábamos introducir en la producción de armas de guerra. La situación, en lo que se refiere a artillería antiaérea, era especialmente débil; no habíamos organizado tampoco la producción de municiones antitanque. Fue imposible defender muchas regiones fortificadas tan pronto como se las atacó, porque los armamentos antiguos se habían retirado y los nuevos no estaban disponibles aún. Esto afectaba no sólo la situación referente a la producción de tanques, artillería y aviones. Al estallar la guerra no teníamos siquiera el suficiente número de fusiles para equipar a los movilizados. Recuerdo que en esos días llamé de Kiev al camarada Malenkov y le dije: «El pueblo se ha presentado voluntariamente con el objeto de ingresar en el nuevo ejército y pide armas. Ud. debe enviarme armas». Malenkov, entonces miembro del Consejo Interior de Guerra, me contestó: «No podemos enviarle armas; estamos enviando todos nuestros fusiles a Leningrado y tendrán que armarse ustedes mismos.» [Agitación en la sala]

Tal era la situación armamentista entonces. En este sentido no podemos olvidarnos, por ejemplo, del hecho siguiente: Poco después de la invasión de la Unión Soviética por el ejército de Hitler, Kirponós, entonces jefe del Distrito Militar Especial de Kiev (que posteriormente murió en el frente) escribió a Stalin diciéndole que los alemanes habían llegado al río Bug y se estaban preparando para un ataque y que en un futuro muy cercano probablemente iniciarían una ofensiva, Por eso Kirponós sugería que se organizara una fuerte línea defensiva, que se evacuaran 300.000 personas de la zona fronteriza y que varios puntos fuertes se organizaran ahí con zanjas antitanques y trincheras para soldados, etc. Moscú respondió a esta sugestión insinuando que esta medida constituiría una provocación y que no le era permitido iniciar trabajos defensivos en la frontera, ya que no se podía dar a los alemanes pretexto alguno para que iniciaran operaciones militares. Así es, pues, que nuestras fronteras no se hallaban preparadas para repeler al enemigo.

Cuando los ejércitos fascistas invadieron el territorio soviético y comenzaron las operaciones militares, Moscú emitió una orden, en virtud de la cual se prohibía contestar al fuego alemán. ¿Por qué? Porque Stalin seguía convencido, a pesar de los hechos, de que la guerra aún no había comenzado, y que esto era sólo una acción de provocación de parte de diversas secciones indisciplinadas del ejército alemán, y que nuestra reacción podría ser causa de que los alemanes comenzaran la guerra.

Lo siguiente también es bien conocido. La víspera de la invasión del territorio de la Unión Soviético por el ejército de Hitler, cierto ciudadano alemán cruzó nuestra frontera y declaró que los ejércitos alemanes habían recibido órdenes de iniciar la ofensiva contra la Unión Soviética en la noche del 22 de junio a las 3 de la mañana. Stalin fue informado al respecto inmediatamente, pero no tuvo en cuenta ni siquiera esta advertencia.

Como podéis ver, no se hizo caso a nada: las advertencias de ciertos comandantes de ejército, las declaraciones de desertores del ejército del enemigo y aun la abierta hostilidad del enemigo. ¿Es éste un ejemplo de lo alerta que estaba el jefe del Partido en un momento histórico particularmente significativo?

¿Y cuál fue el resultado de esta actitud despreocupada, de este desconocimiento de los hechos? El resultado fue que ya a pocas horas y días de iniciarse el ataque, el enemigo había destruído en nuestras regiones fronterizas gran parte de nuestra aviación, de nuestra artillería y otro equipo militar; había aniquilado un gran número de nuestros comandos militares y desorganizado nuestro mando; a consecuencia de esto, no pudimos evitar que el enemigo penetrara profundamente en nuestro territorio.

Muy serias consecuencias, especialmente en lo que se refiere a la etapa inicial de la guerra, se debieron al hecho de que Stalin hubiese aniquilado a tantos comandantes del ejército y comisarios políticos entre 1937 y 1941. Durante los años de represión, sufrieron numerosos núcleos del Comando Militar, comenzando literalmente desde el nivel del comandante de batallón y compañía hasta llegar a los más altos niveles de la jerarquía militar; durante ese tiempo los núcleos de jefes que habían adquirido experiencia militar en España y en Extremo Oriente fueron liquidados casi completamente.

La política de persecuciones en gran escala contra los núcleos militares minó la disciplina militar, porque durante varios años oficiales de todos los rangos y aun soldados del Partido y del Komsomol debían, en sus respectivas células, desenmascarar a sus superiores como a enemigos ocultos. [Agitación en la sala] Es lógico que esto influyera en forma negativa sobre la disciplina militar en el período inicial de la guerra.

Como sabéis, antes de la guerra teníamos excelentes mandos, cuya lealtad al Partido y a la patria era indudable. Baste con decir que aquellos que lograron sobrevivir, a pesar de las torturas que debieron soportar en las prisiones, demostraron ser desde los primeros días de la guerra, verdaderos patriotas y que pelearon heroicamente por la gloria de nuestro país. Pienso en estos momentos en camaradas como Rokossovski (que, como se sabe, había estado preso), Gorbatov, Meretskov (que es un delegado en el presente Congreso), Poklas (que fue un excelente comandante y que pereció en el frente), y muchos, muchos otros. No obstante, numerosos comandantes de este temple perecieron en campos y prisiones y el Ejército no volvió a verlos más. Fueron éstas las causas de la situación que se produjo al comienzo de la guerra y que tanto hizo peligrar a la patria, No sería correcto olvidar que después de los primeros severos desastres en el frente, Stalin pensó que se estaba ante el fin. En uno de sus discursos de esos días dijo: « Todo aquello que Lenin creó, se ha perdido para siempre».

Después de esto, por un buen tiempo, Stalin se alejó de la dirección de las operaciones militares y se dedicó a no hacer nada. Volvió a asumir la dirección activa sólo cuando el Politburó lo visitó para decirle que era necesario tomar ciertas medidas para mejorar la, situación en el frente. Por lo tanto, la amenazadora situación que se cernió sobre la nación en el primer período de la guerra, fue consecuencia de métodos erróneos empleados por el propio Stalin.

No hablamos, sin embargo, solamente de los momentos en que la guerra se iniciaba, cuando la desorganización de nuestros ejércitos trajo como consecuencia severas pérdidas. Meses después, la histeria y el nerviosismo de Stalin le impulsaron a intervenir en las operaciones militares, causando serios daños al ejército. Stalin estaba lejos de comprender lo que acontecía en el frente. Esto era natural, porque durante toda la guerra patriótica nunca visitó ningún sector del frente, ni ciudad liberada alguna, salvo una breve excursión hacia Mozhaisk cuando la situación allí se había estabilizado. A este incidente se han dedicado muchas obras literarias saturadas de fantasía y también muchos cuadros. Simultáneamente, Stalin se estaba entrometiendo en las operaciones y dictando órdenes que no tomaban en cuenta la situación real en un sector determinado del frente y que no podían sino culminar en grandes pérdidas humanas.

Me permitiré en esta ocasión hacer resaltar un hecho característico que ilustra cómo Stalin dirigía las operaciones del frente. Está presente en este Congreso el Mariscal Bagramyan, que fue en un tiempo jefe de operaciones del Cuartel General del frente sud-occidental y que podrá confirmar lo que les digo.

Cuando surgió una situación extremadamente seria en la región de Jarkov, en 1942, habíamos decidido correctamente suprimir una operación cuyo objetivo era rodear Jarkov, porque la situación real en ese momento hacía pensar que podrían producirse consecuencias fatales si se continuaba la operación.

Informamos de esto a Stalin haciéndole ver que la situación exigía cambios en el plan de operaciones para evitar que el enemigo liquidara una concentración considerable de nuestro ejército.

Stalin, desafiando el sentido común, rechazó nuestra sugerencia y ordenó que se continuara la operación destinada a rodear Jarkov, a pesar del hecho de que en ese instante muchas concentraciones del ejército se encontraban amenazadas y podían ser rodeadas y liquidadas.

Llamé por teléfono a Vasilevski, entonces jefe del Estado Mayor, y le rogué en estos términos: «Alejandro Mikhailovich, coja un mapa (Vasilevski se encuentra ahora con nosotros) y muéstrele al camarada Stalin la situación que se ha desarrollado». Haremos notar que Stalin planeaba las operaciones en un globo terráqueo. [Animación en la sala] Sí, camaradas, usaba un mapamundi esférico para trazar las líneas de los diversos frentes. Yo le dije al camarada Vasilevski: «Muéstrele la situación en el mapa, ya que en la presente encrucijada no podemos continuar la operación concebida. La antigua decisión debe cambiarse por razones muy justificadas».

Vasilevski me respondió diciendo que Stalin ya había estudiado el problema y que él, Vasilevski, no volvería a tratar el asunto otra vez con Stalin porque éste no quería oír nuevos argumentos acerca de esta operación. Después de esta conversación con Vasilevski, telefoneé a Stalin a su villa, pero Stalin no contestó al teléfono, sino Malenkov. Le dije al camarada Malenkov que llamaba desde el frente y que debía conversar personalmente con Stalin. Stalin me informó, a través de Malenkov, que yo tenía que hablar con Malenkov. Por segunda vez insistí que deseaba informar personalmente a Stalin de la grave situación que nos había surgido en el frente. Pero Stalin no consideró conveniente levantar el teléfono e insistió en que debía hablar con él a través de Malenkov, aunque se hallaba a unos pocos pasos del aparato.

Después de que escuchara así, indirectamente, lo que solicitábamos, Stalin respondió : «Que todo quede tal cual está».

¿Y cuál fue el resultado de esta decisión? Lo peor que podíamos esperar. Los alemanes rodearon las concentraciones de nuestros ejércitos y como consecuencia de ello perdimos cientos de miles de soldados. He ahí una muestra del genio militar de Stalin y de lo que él nos costó. [Inquietud en la sala]

En una ocasión, después de la guerra, durante una reunión con Stalin y los miembros del Politburó, Anastasio Mikoyan mencionó que Jrushchov parecía haber tenido la razón cuando telefoneó acerca de la operación de Jharkov y que era desafortunado que sus sugeenias no se hubiesen aceptado.

¡Deberíais haber visto la furia de Stalin! ¡Cómo era posible que no se reconociera que él, Stalin, había tenido razón! Él era, al fin y al cabo, un genio y un genio no puede equivocarse. Todos pueden errar pero Stalin consideraba que él nunca erraba, que él siempre tenía la razón. Nunca reconoció ante nadie que él se hubiese equivocado jamás ni en la menor cosa, a pesar del hecho de que no fueron pocos sus errores en cuanto a las actividades teóricas y prácticas. Después del Congreso del Partido es probable que tengamos que revalorar muchas de las operaciones militares de la guerra para presentarlas en su perspectiva debida.

Las tácticas que insistió en imponer Stalin sin conocer la esencia de la conducta de las operaciones militares nos costaron mucha sangre hasta que logramos detener al enemigo y pasar a la ofensiva.

Los militares saben que aún a fines de 1941 Stalin seguía insistiendo en grandes ataques frontales y en la captura de aldea tras aldea en vez de aprobar operaciones envolventes que permitiesen penetrar en el campo enemigo por la retaguardia. Por esta razón sufrimos muchas bajas hasta que nuestros generales, sobre cuyas espaldas descansaba el peso de la conducción de la guerra, lograron cambiar la situación y pasar a un tipo de operaciones más flexibles, que inmediatamente produjo en los frentes serios cambios muy favorables para nosotros.

Más vergonzoso aún es el hecho de que después de nuestra gran victoria sobre el enemigo, que tanto nos costó, Stalin comenzase a degradar a muchos de los comandantes que más contribuyeron a lograr esa victoria y sólo porque Stalin no deseaba que se honrara a nadie, salvo a él, por los éxitos logrados en el frente.

Stalin tenía gran interés por conocer la apreciación que merecía el camarada Jukov (ahora ministro de Defensa) como jefe militar y me pidió con frecuencia mi opinión sobre Jukov, yo le dije: «He conocido a Jukov mucho tiempo; es un buen general y un buen jefe militar. Después de la guerra, Stalin comenzó a contar una serie de cuentos absurdos acerca de Jukov, entre ellos el siguiente:

«Uds. alaban a Jukov, pero no lo merece. Se dice que antes de cada operación en el frente, Jukov hacía lo siguiente: Cogía un puñado de tierra y lo olía y luego decía: «Podemos comenzar el ataque», o lo contrario, «la operación planeada no puede realizarse». Yo le dije en una ocasión: «Camarada Stalin: no sé quién habrá inventado eso, pero no es cierto».

Es posible que Stalin inventase estos cuentos con el objeto de quitar importancia al papel militar y al talento del mariscal Jukov. En este sentido, Stalin utilizó mucha energía para popularizarse él mismo como un gran líder; recurrió a todos los medios posibles para convencer al pueblo de que todas las victorias ganadas por la nación soviética durante la guerra patriótica eran consecuencia de su coraje, su intrepidez y su genio y de nadie más. Del mismo modo que Kuzma Kryuehkov [un cosaco famoso que realizó notables actos de heroísmo contra los alemanes en 1914], él vestía a siete con un solo traje al mismo tiempo. [Animación en la sala]

Con este mismo espíritu consideramos por un instante nuestras películas históricas y militares y algunas de nuestras creaciones literarias. Ellas nos causan náuseas. Su verdadero objetivo es alabar el genio militar de Stalin. Recordemos la película «La caída de Berlín». En ella, Stalin actúa, da órdenes en un salón, en el cual hay muchas sillas vacías y sólo se le acerca un hombre, y éste para informarle de algo —se trata de Poskrebyshev, su leal escudero— [Risa en la sala]

¿Y dónde está mando militar? ¿Dónde Politburó? ¿Dónde el gobierno? ¿Qué hacen ellos y de qué se ocupan? En la película, sencillamente, no aparecen. Stalin obra por todos, no cuenta con nadie, no se hace asesorar. Al menos, todo se le muestra al país bajo esta luz falsa. ¿Por qué? Con el objeto de rodear a Stalin de una gloria que contradice los hechos y que no corresponde a la verdad histórica. En vano nos preguntamos: ¿Dónde están los militares que soportaron el peso de la guerra? La película no los muestra; estando Stalin ahí, no hay cabida para nadie más. Pero no fue Stalin, sino el Partido como entidad, el gobierno soviético, nuestro heroico ejército, sus inteligentes jefes y sus valientes soldados, toda la nación soviética, los que aseguraron la victoria en la guerra patriótica. [Tempestuosos y prolongados aplausos]

Los miembros del Comité Central, los ministros, nuestros líderes económicos, líderes de la cultura soviética, directores de organizaciones territoriales soviéticas y del Partido, los ingenieros y técnicos, cada uno de ellos desde su puesto de trabajo donó generosamente su esfuerzo y su conocimiento para asegurar la victoria sobre el enemigo.

Un heroísmo excepcional fue demostrado por nuestro núcleo más básico, toda nuestra clase trabajadora, todos nuestros campesinos de los koljoses, la intelectualidad soviética, todos están rodeados de gloria, pues bajo la dirección de los organismos del partido superaron adversidades inenarrables y, soportando el rigor de la guerra, dedicaron todo su esfuerzo a la causa de la defensa de la Patria.

Camaradas, examinemos otros hechos. La Unión Soviética se considera con justicia el modelo de un Estado multinacional, porque hemos asegurado en la práctica la igualdad y la amistad de todas las naciones que conviven en nuestra tierra. Tanto más monstruosos, por eso, son los actos cuyo iniciador fue Stalin y que constituyen una vil violación de los principios básicos de la política nacional del Estado soviético, tal cual la enunció Lenin. Aludimos a las deportaciones en masa, que alejaron de su tierra natal a naciones enteras junto con todos los comunistas sin excepción alguna. Estas deportaciones no podían justificarse por consideraciones de orden militar.

Así, ya a fines de 1943, cuando se quebró el frente de la Unión Soviética, se tomó y puso en ejecución una decisión referente a la deportación de todos los Karachai de las tierras en que vivían. En el mismo período, a fines de diciembre de 1943, corrió la misma suerte toda la población de la República autónoma Kalmyk. En marzo de 1944, se deportaron todos los Chechenos y los Inkush y se liquidó la República Autónoma Chechenia-Inkush.

En abril de 1944, fueron deportados todos los balkars a regiones lejanas del territorio de la República Autónoma Kabardyno-Balkar y a la república misma se le cambió el nombre por República Autónoma Kabardinia. Los ucranianos se salvaron de correr esta suerte solamente porque eran muchos y no había ningún lugar a donde deportarlos. De lo contrario, también se les habría deportado. [Risas y animación en la sala].

Ningún marxista-leninista ni ninguna persona de sentido común puede comprender cómo se puede responsabilizar, por actividades hostiles, a naciones enteras, incluyendo a mujeres, niños y gente de edad, comunistas y komsomols y cómo se puede deportar a tanta gente y exponerla a la miseria y sufrimiento por actos hostiles de individuos o grupos de personas.

Después del fin de la guerra patriótica, la nación soviética daba realce con orgullo a las magníficas victorias ganadas con grandes sacrificios y tremendos esfuerzos. El país pasó por un período de entusiasmo político. El Partido salió de la guerra unido como nunca. En la hoguera de la guerra se templaron los núcleos del Partido. En estas condiciones, nadie podía haber siquiera pensado en la posibilidad de una conspiración dentro del Partido.

Y fue precisamente en ese tiempo que surgió el llamado «affaire de Leningrado» que, como lo hemos probado ahora, fue fabricado. Entre los que inocentemente perdieron la vida por este «affaire», se cuentan los camaradas Voznesenski, Kuznetsov, Rodionov; Popkov y otros. Voznesenski fue, como miembro del Politburó, el principal planificador. Desapareció en 1949 y se sabe, ahora que fue fusilado. Como se sabe, Voznesenski y Kuznetsov fueron líderes inteligentes y eminentes. Colaboraron con Stalin muy de cerca en un tiempo. Basta mencionar que Stalin hizo a Vosnesensky primer adjunto del presidente del Consejo de Ministros y Kuznetsov fue elegido secretario del Comité Central. El hecho mismo de que Stalin encargara a Kuznetsov la supervigilancia de los organismos de seguridad del Estado muestra la confianza de que gozaba.

¿Cómo sucedió que estas personas fueran señaladas como enemigas del pueblo y liquidadas? Los hechos han comprobado que el «Affaire de Leningrado» también fue el resultado de una actitud tendenciosa y obstinada contra los núcleos del Partido.

Si la situación hubiese sido normal en el Comité Central del Partido y en el Politburó del C.C., asuntos de esta naturaleza se habrían examinado ahí de acuerdo con la práctica del Partido, y se habrían valorado todos los hechos pertinentes, de modo que ni este “affaire” ni ningún otro semejante habría ocurrido.

Debemos declarar que, después de la guerra, la situación se complicó más. Stalin se volvió más caprichoso aún, más irritable y brutal; aumentó considerablemente su desconfianza. Su manía persecutoria alcanzó dimensiones increíbles. Muchos trabajadores se transformaban en enemigos suyos ante sus propios ojos. Después de la guerra. Stalin se separó aún más de la colectividad. Todo lo decidía él solo, sin ninguna consideración por nadie ni por nada.

Esta increíble desconfianza fue hábilmente aprovechada por el provocador, abyecto y vil enemigo Beria, que había asesinado a miles de comunistas y soviéticos leales. El ascenso de Voznesenski y Kuznetsov alarmó a Beria. Ahora hemos comprobado que fue precisamente Beria quien sugirió a Stalin la falsificación, por él y sus personas de confianza, de material en forma de declaraciones y cartas anónimas, y en forma de diversos rumores y conversaciones.

El Comité Central ha examinado este llamado «Affaire de Leningrado», personas que sufrieron inocentemente han sido rehabilitadas y las gloriosas organizaciones del Partido de Leningrado han reconquistado su honor. Abakúmov y otros, que habían falsificado este «affaire» fueron puestos a disposición de los tribunales y se les procesó en Leningrado, donde recibieron su merecido.

Surge esta pregunta: ¿Por qué sólo ahora vemos la verdad de este asunto, y por qué no hicimos algo antes, durante la vida de Stalin, por evitar la pérdida de vidas inocentes? Fue porque Stalin personalmente supervisó el «Affaire de Leningrado» y la mayoría de los miembros del Politburó no conocían, en ese tiempo, las circunstancias de este asunto y, por lo tanto, no podían intervenir.

Cuando Stalin recibió cierto material de Beria y Abakúmov, sin examinar este difamatorio material, ordenó una investigación del «affaire» de Voznesenski y Kuznetsov. Con esto se selló su destino.

Igualmente instructivo es el caso de la organización nacionalista Mingreliana, que existía, supuestamente, en Georgia. Como se sabe, el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética tomó acuerdos referentes a este asunto en noviembre de 1951 y en marzo de 1952. Estos acuerdos se tomaron sin previa discusión con el Politburó. Stalin personalmente los había redactado. Contenían serias acusaciones contra muchos comunistas leales. Sobre la base de documentos falsificados, se probó que existía en Georgia una supuesta organización nacionalista cuyo objeto era la liquidación del poder soviético en esa república con la ayuda de poderes imperialistas.

En relación a esto fueron arrestados en Georgia muchos miembros responsables del Partido y del Soviet. Posteriormente se probó que ésta fue una calumnia dirigida contra la organización del Partido de Georgia.

Sabemos que se han producido algunas veces manifestaciones locales de tipo nacionalista burgués en Georgia, como en diversas otras repúblicas. Hemos de preguntarnos: ¿Sería posible que durante el período en el cual se tomaron las resoluciones a que se ha hecho referencia más arriba, las tendencias nacionalistas crecieran tanto que existiera el peligro de que Georgia abandonara la Unión Soviética y se uniera a Turquía? [Animación en la sala. Risa]

Esto es, naturalmente, un disparate. Es imposible imaginarse cómo estas suposiciones pudieron caber en la mente de nadie. Todos saben cómo Georgia se ha desarrollado económica y culturalmente bajo el gobierno soviético.

La producción industrial de la República de Georgia es 27 veces mayor de lo que era antes de la revolución. Muchas nuevas industrias han surgido en Georgia que no existían antes de la revolución: una fundición de hierro, una industria petrolera, una industria constructora de maquinaria, etc. Hace tiempo que ha desaparecido el analfabetismo que, en la Georgia prerrevolucionaria, abarcaba al 78 % de la población.

¿Podrían los georgianos, al comparar la situación de su república con la dura situación por la cual atraviesan las masas trabajadoras de Turquía, aspirar a unirse a Turquía? En 1955, Georgia produjo 18 veces más acero por persona que Turquía. Georgia produce nueve veces más energía eléctrica por persona que Turquía. De acuerdo con el censo disponible de 1950, el 65 % de la población total de Turquía es analfabeto, y de las mujeres, el 80 % son analfabetas. Georgia tiene 19 instituciones de altos estudios con aproximadamente 39.000 habitantes. La prosperidad de la clase trabajadora ha aumentado considerablemente en Georgia bajo el gobierno soviético.

Es claro que a medida que se desarrollaron la economía: y la cultura y a medida que crece la conciencia socialista de las masas trabajadoras en Georgia se desvanece la fuente de la cual extrae sus fuerzas el nacionalismo burgués.

Resultó finalmente que no había organización nacionalista alguna en Georgia. Sin embargo, hubo miles de víctimas inocentes a causa de medidas caprichosas y ajenas a la legalidad. Todo esto sucedió bajo el gobierno «genial» de Stalin, «el gran hijo de la nación georgiana», como llaman a Stalin los georgianos. [Animación en la sala]

El capricho y la obstinación de Stalin se notaban no sólo en sus decisiones referentes a la vida interna del país, sino también en las relaciones internacionales de la Unión Soviética.

El pleno de julio del Comité Central estudió en detalle las razones del desarrollo del conflicto con Yugoslavia. Fué vergonzoso el papel que Stalin desempeñó en esto. El asunto yugoslavo no surgía de problema alguno que no se pudiese resolver por medio de discusiones entre camaradas. No existía base alguna de importancia que justificara este conflicto. La ruptura de relaciones con este país pudo evitarse. Esto no quiere decir, sin embargo, que los líderes yugoslavos no hubiesen errado o fuesen perfectos. Pero estos errores y defectos los exageró en forma monstruosa Stalin, por lo cual se produjo la ruptura de relaciones con un país amigo.

Recuerdo los primeros días del conflicto entre la Unión Soviética y Yugoslavia y cómo se infló artificialmente. Una vez, cuando vine de Kiev a Moscú, fui invitado a visitar a Stalin, quien, mostrándome la copia de una carta enviada hacía poco a Tito, me preguntó: «¿Ha leído Ud. esto?»

Sin esperar mi respuesta, me contestó: «Moveré el dedo meñique y Tito dejará de existir. Caerá». Hemos pagado muy caro ese movimiento de su dedo meñique. Esa afirmación de Stalin era un reflejo de su manía de grandeza, y lo cierto es que siempre actuaba así. «Moveré mi dedo meñique y desaparecerá Kossier», «moveré otra vez mi dedo meñique y desaparecerán Postyshev y Chubar», «moveré otra vez mi dedo meñique y ahora desaparecerán Voznesenski y Kuznetsov».

Pero esto no sucedió con Tito. Por más que moviera su dedo meñique o aun todos los dedos de la mano, Tito no caía. ¿Por qué? La razón es que en este desacuerdo con los camaradas yugoslavos, Tito contaba con el respaldo de un pueblo y de un Estado que se habían templado en una lucha por la libertad y por su independencia y que apoyaban totalmente a sus jefes. Veis así a qué extremos llegó Stalin debido a su manía de grandeza. Había perdido todo sentido de la realidad, de tal modo que demostraba su altivez y su suspicacia no sólo en su trato con el pueblo de la URSS, sino también en su trato, con partidos y con naciones. Hemos reexaminado cuidadosamente el caso de Yugoslavia y hemos encontrado una solución adecuada, que es aceptable para los pueblos de la Unión Soviética y de Yugoslavia, así como para todas las democracias populares y los elementos progresistas de toda la humanidad. La solución de nuestras relaciones anormales con Yugoslavia convenía a los intereses de todo el mundo socialista, puesto que fortalece la paz en el mundo.

Recordemos también el asunto del complot de los médicos. [Animación en la sala] Lo cierto es que no existió tal complot y que la única prueba de él la constituyó una declaración hecha por la doctora Timashuk, que seguramente había recibido órdenes de alguien o sugerencias (al fin o al cabo era una colaboradora no oficial de los organismos de seguridad del Estado) para que escribiera una carta a Stalin, estableciendo que los doctores le sometían a tratamientos médicos impropios. A Stalin, una carta así le bastaba para llegar a la conclusión de que los médicos de la Unión Soviética conspiraban. Emitió órdenes de detención en contra de eminentes especialistas soviéticos. Dirigió personalmente las investigaciones y estableció el método a usar en los interrogatorios. Dijo que había que encadenar al académico Vinogradov y que otros debían ser golpeados. Se halla presente en este congreso, como delegado, el camarada Ignatiev, antes ministro de Seguridad del Estado. Stalin le dijo a él bruscamente: «Si no obtienes confesiones de los médicos, rebajaremos tu altura en una cabeza». [Tumulto en la sala]

Stalin llamó personalmente al juez a cargo de la investigación para darle instrucciones acerca de los métodos que debía emplear; la fórmula era simple: ¡Torturar, torturar, y torturar de nuevo!

Poco después de la detención de los médicos, nosotros —los miembros del Politburó— recibimos los protocolos que contenían sus confesiones. Después de distribuir estos protocolos, Stalin nos dijo: «Sois como gatitos; ¿qué os sucederá sin mí? El país perecerá porque no sabéis reconocer a vuestros enemigos.

El caso fue presentado de tal manera que era imposible verificar los hechos en los cuales se basaba la investigación. No era posible tratar de confirmar las acusaciones estableciendo contacto con los acusados que habían confesado su culpa. Nos parecía, sin embargo, que este caso era dudoso. Conocíamos a algunas de estas personas, porque habíamos sido sus pacientes. Después de la muerte de Stalin, estudiamos los cargos y descubrimos que se habían inventado de principio a fin. Este caso ignominioso fue gestado por Stalin; sin embargo, no tuvo tiempo para concluirlo tal cual lo había concebido y ésta es la razón por la cual estos médicos todavía viven. Ahora se les ha rehabilitado a todos y trabajan donde siempre habían trabajado. Tratan a personas importantes, incluyendo a miembros del gobierno; tienen nuestra plena confianza; y cumplen sus tareas honestamente, como hacían antes.

En la organización de todos estos «casos vergonzosos» desempeñó un papel bajísimo un rabioso enemigo de nuestro Partido y agente del Servicio de Inteligencia de una nación extranjera —Beria— quien había ganado la confianza de Stalin. ¿De qué manera pudo este agitador lograr una posición tan destacada en el Partido y en el Estado hasta llegar a ocupar el cargo de vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética y miembro del Politburó del Comité Central? Se ha establecido que este villano trepó a los más altos cargos del Gobierno por una escalera formada por innumerables cadáveres.

¿Existían indicios de que Beria fuese un enemigo del Partido? Sí, los había. Ya en el pleno del Comité Central, celebrado en 1937, el entonces Comisario del Pueblo de Sanidad, Kaminsky, dijo que Beria trabajaba para el Servicio de Inteligencia Mussavat. Pero apenas terminó el Pleno del Comité Central, se detuvo a Kaminsky y se le fusiló. ¿Había examinado Stalin las aseveraciones de Kaminsky? No, porque Stalin creía en Beria y eso le bastaba. Y cuando Stalin creía en alguien o en algo, entonces nadie podía decir nada que contradijese su opinión. Quien se atreviera a oponérsele, era liquidado en la misma forma en que lo fue Kaminsky.

También existían otros indicios. Las declaraciones hechas al Comité Central del Partido por el camarada Snegov y que son interesantes. (Dicho sea entre paréntesis, él también fue rehabilidado hace no mucho, tras 17 años en campos de prisioneros). En su declaración Snegov escribe:

«En relación con la propuesta rehabilitación del antiguo miembro del Comité Central Kartvelishvili Lavryentiv, he puesto en manos del representante del Comité de Seguridad del Estado un estudio detallado que se refiere a la intervención de Beria en la deposición de Kartvelishvili y que elucida los criminales motivos que llevaron a Beria a actuar como lo hizo».

En mi opinión, es indispensable recordar un hecho importante referente a este caso y hacerlo llegar al Comité Central, ya que no consideré propio incluirlo en el documento de la investigación:

El 30 de octubre de 1931, en una sesión del Buró de Organización del Comité Central, Kartvelishvili, siendo secretario del Comité Transcaucásico, presentó un informe. Estaban presentes todos los miembros del Comité. Hoy soy yo el único que vive de todos ellos.

Durante esta sesión, Stalin propuso, en un discurso referente a la organización del Secretariado Transcaucásico, lo siguiente: Primer Secretario, Kartvelishvili; Segundo Secretario, Beria. (Ésta es la primera vez en la historia del Partido que el nombre de Beria aparece mencionado como candidato a un puesto de funcionario). Kartvelishvili contestó diciendo que conocía a Beria muy bien y que por esta razón se negaba categóricamente a trabajar junto a él. Stalin propuso entonces que este asunto quedara en suspenso y que se resolviera en el proceso del trabajo. Dos días después se acordó que Beria recibiría el nombramiento y que se deportaría de Transcaucasia a Kartvelishvili. Este hecho lo pueden confirmar los camaradas Mikoyan y Kaganovich que se hallan presentes en la sesión.

La larga enemistad entre Kartvelishvili y Beria era bien conocida; data del tiempo en que el camarada Sergo participaba activamente en los asuntos transcaucásicos. Kartvelishvili era el más íntimo colaborador de Sergo. Esa enemistad impulsó a Beria a fabricar una acusación contra Kartvelishvili. Es digno de notarse que el caso de Kartvelishvili contiene una acusación de terrorismo realizada por él contra Bería. La posterior acusación contra Beria discute muchos de sus crímenes. Debemos recordar algunos, especialmente debido a que es posible que no todos los delegados a este Congreso hayan leído el documento. Deseo recordar la forma bestial en que Beria manejó los casos de Kedrov, Golubiev y la madre adoptiva de Golubiev, Baturina, personas que querían informar al Comité Central sobre las viles actividades de Beria. Se les fusiló sin previo juicio y se les condenó ex post facto, tras la ejecución.

He aquí lo que el camarada Kedrov escribió al Comité Central a través del camarada Andréyev (Andréyev era entonces secretario del Comité Central) :

«Apelo a su ayuda desde una oscura celda en la prisión de Lefortorsky. Que mi grito de horror llegue a sus oídos; no permanezca sordo, tómeme bajo su protección y aleje de mí la pesadilla de los interrogatorios y pruebe que todo es un error. Sufro siendo inocente, por favor, créame. El tiempo confirmará que digo la verdad; no soy un agente provocador de la policía secreta del Zar; no soy un espía; no soy miembro de una organización anti-soviética, de lo cual se me acusa en las viles denuncias. No soy culpable de crimen alguno contra el Partido ni contra el Gobierno. Soy un viejo bolchevique, limpio de toda mancha; he luchado honradamente durante cuarenta años dentro de las filas del Partido por el bien y la prosperidad de la nación...

Hoy tengo 62 años de edad y me siguen amenazando los jueces con torturas degradantes y severas. Ellos ya no son capaces de reconocer su error, de darse cuenta de que la forma en que están llevando mi caso es ilegal en todo sentido. Tratan de justificar sus acciones imaginándose que soy un rabioso enemigo del Partido y piden mayores represalias. Peo haga saber al Partido que soy inocente y que no hay nada que pueda desviar a un hijo del Partido y transformarlo en un enemigo, ni aún en el momento de la muerte.

Estoy en una encrucijada; no puedo desviar los rudos golpes que se me lanzan encima. No obstante, todo tiene su limite. Se me ha torturado hasta el extremo. Se ha quebrantado mi salud y desfallecen mis fuerzas y mi energía. Se acerca mi fin. ¡Morir en una prisión soviética, acusado de ser un vil traidor a la patria! ¿Qué puede ser más monstruoso para un hombre honrado? ¡Y cuán monstruoso es todo esto! Una amargura y un dolor indecibles oprimen mi corazón. ¡No, no. Esto no sucederá; esto no puede ser!, me lamento. Ni el Partido ni el Gobierno soviético ni el Comisario del Pueblo, L. P. Beria, pueden permitir una injusticia tan cruel e irreparable. Estoy convencido de que si se me sometiese a un interrogatorio tranquilo, sin torturas feroces, sin ira, se demostraría fácilmente que las acusaciones no tienen base. Creo sinceramente que la verdad y la justicia triunfarán. ¡Lo creo, lo creo!»

El Colegio militar reconoció inocente al viejo bolchevique, camarada Kedrov. A pesar de esto, fue fusilado por orden de Beria. [Indignación en la sala]

Beria también trató cruelmente a la familia del camarada Ordjonikidze. ¿Por qué? Porque Ordjhonikidze había intentado impedir que Beria llevase a cabo sus vergonzosos planes. Beria había eliminado de su camino a todas las personas que podían oponérsele. Ordjhonikidze fue siempre un adversario de Beria y se lo dijo a Stalin, quien, en vez de examinar el asunto y de tomar medidas apropiadas, permitió la liquidación del hermano de Ordjhonikidze, y llevó al propio Ordjhonikidze a tal estado que acabó pegándose un tiro. [Indignación en la sala]

El Comité Central desenmascaró a Beria poco después de la muerte de Stalin. Como resultado de un proceso legal muy detallado, se estableció que Beria había cometido crímenes monstruosos y por ellos fue fusilado. Hemos de preguntarnos por qué Beria, que había liquidado a decenas de millares de trabajadores del Partido y del Soviet, no fue desenmascarado en la vida de Stalin. No fue desenmascarado antes porque se servía con mucha habilidad de las debilidades de Stalin despertándole sospechas, ayudaba a Stalin en todo y, actuaba siempre con su respaldo.

¡Camaradas!. El culto a la personalidad alcanzó proporciones tan monstruosas debido principalmente que Stalin utilizó todos los medios concebibles para la glorificación de su propia persona. Múltiples pruebas respaldan lo que acabamos de observar. Uno de los más característicos ejemplos de la forma en que Stalin se enaltecía, se encuentra en la absoluta falta de modestia que exhibe en su «Breve Biografía» publicada en 1948. Este libro es la expresión de la adulación más servil y un ejemplo de cómo se endiosa a un hombre, transformándolo en un sabio infalible, en el líder más grande, en el estratega más sublime de todos los tiempos y de todas las naciones. Ya es imposible encontrar palabras que puedan acercarlo más al cielo.

No es necesario dar ejemplos aquí de la odiosa adulación que satura este libro. Basta decir que Stalin los aprobó todos y que editó él mismo el libro. Él insertó algunas alabanzas de su puño y letra. ¿Qué es lo que Stalin consideraba indispensable incluir en este libro? ¿Intentó en alguna ocasión disminuir los halagos que contenía su «Breve Biografía»? No; señalaba los lugares en que, según su parecer, no se le halagaba lo suficiente. He aquí algunos ejemplos característicos de lo que Stalin agregaba de su puño y letra:

«En la lucha contra los escépticos, los capituladores, los trotskistas, los zinovietistas, bujarinistas y los Kámenevistas, se aglutinaron definitivamente, después de la muerte de Lenin, los núcleos más destacados del Partido que levantaban el estandarte de Lenin. Ellos agruparon al Partido en torno a los principios de Lenin y guiaron al pueblo soviético por el camino de la industrialización y de la colectivización de la economía rural. El líder do este núcleo, su fuerza directriz, tanto en el Partido como en el Estado, fue el camarada Stalin.»

¡Así escribe el propio Stalin! y luego agrega:

«A pesar de que condujo al Partido y al pueblo con inmensa habilidad y de que gozaba del apoyo ilimitado de todo el pueblo soviético, Stalin nunca permitió que su trabajo fuese en grado alguno contaminado por el menor rastro de vanidad, engreimiento o autoadulación.»

¿Dónde y cuándo se ha había visto que un líder se halagara en tal forma? ¿Es digno todo esto de un líder marxista-leninista? No fue precisamente contra esto que Marx y Engels adoptaron una posición muy definida. También Vladímir Ilich Lenin condenó esta práctica.

En el borrador del texto de su libro aparecía la siguiente frase: «Stalin es el Lenin de hoy día». Pero esta frase le pareció demasiado débil a Stalin, de modo que él la cambió de su puño y letra por la siguiente: «Stalin es el valioso continuador de la labor de Lenin; o, como se dice en nuestro Partido, Stalin es el Lenin de hoy día». Veis así cómo esto lo decía, no la nación, sino el propio Stalin.

Es posible dar muchos ejemplos semejantes de adulaciones escritas por él mismo en las pruebas de los textos del libro. Se dota especialmente y con mucha generosidad de genio militar y de talento estratégico. Citaré un trozo que insertó Stalin respecto a su genio militar.

«La ciencia militar soviética, ya muy avanzada, recibió aún mayor impulso del camarada Stalin. El camarada Stalin elaboró la, teoría de los factores operantes permanentes que deciden las guerras, la de la defensa activa, y las leyes de la contraofensiva y de la ofensiva, de la cooperación de todos los servicios y de todas las armas en la guerra moderna, el papel que desempeñan las grandes masas de tanques y las grandes fuerzas aéreas en las guerras modernas, y la artillería, por ser la más formidable arma de todos los servicios. En las diversas etapas de la guerra el genio de Stalin descubrió las soluciones exactas y ellas tomaban en cuenta todas las situaciones.» [Agitación en la sala]

Más adelante, Stalin dice: «La maestría militar de Stalin quedó demostrada tanto en las acciones defensivas como en las ofensivas. El genio del camarada Stalin le permitió adivinar los planes del enemigo y derrotarle. Las batallas en las cuales el camarada Stalin dirigió a los ejércitos soviéticos son brillantes ejemplos de destreza militar». De esta manera se halagó Stalin como estratega. ¿Quién lo hizo? Stalin mismo y no mientras actuaba como estratega, sino cuando operaba como autor y editor, ya que es uno de los principales creadores de su halagüeña biografía. Éstos, camaradas, son los hechos. Más bien deberíamos decir los vergonzosos hechos.

Y un dato más tomado de esa «Breve biografía de Stalin». Como se sabe, «Breve curso de la historia del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique)» fue escrito por una Comisión del Comité Central del Partido. Este libro, dicho sea entre paréntesis, también está impregnado del culto a la personalidad y fue escrito por un grupo escogido de autores. Esto se refleja en la siguiente declaración en el borrador de la «Breve biografía de Stalin». «Una comisión del Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique), bajo la dirección del camarada Stalin, y con su participación activa, ha preparado un libro intitulado: «Breve Curso de la Historia del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique)», pero aún esa declaración no satisfizo a Stalin. La siguiente frase la reemplazó en la versión final de la «Breve Biografía» : «En 1938 apareció el libro «Breve Curso de la Historia del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique)», escrito por el camarada Stalin y aprobado por una Comisión del Comité Central. del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique)». ¿Podría decirse algo más? [Animación en la sala.]

Como veis, una sorprendente metamorfosis cambió una obra realizada por un grupo en un libro escrito por Stalin. No es necesario explicar cómo y por qué se verificó esta metamorfosis. Se nos ocurre ahora preguntar, ¿si Stalin es autor de este libro, por qué sintió la necesidad de alabar tanto en él a la persona de Stalin y de transformar toda la historia de nuestro glorioso Partido Comunista de la época posterior a la Revolución de Octubre en una consecuencia circunstancial del genio de Stalin?

¿Refleja este libro en debida forma los esfuerzos del Partido por lograr la transformación socialista de este país, por construir el Estado Socialista, por completar la industrialización y colectivización del país, y tantos otros pasos dados por el camino señalado por Lenin? Este libro habla ante todo de Stalin, contiene sus discursos y sus informes. Todo sin la menor excepción, se halla ligado a su nombre. Y cuando Stalin afirma que él mismo escribió el «Breve Curso de la Historia del Partido Comunista de Toda la Unión (Bolchevique)», nos llenamos de asombro. ¿Es posible que un marxista-leninista escriba así de su persona, poniéndose por los cielos?

O hablemos ahora de los premios Stalin. [Agitación en la sala]. ¡Ni los zares crearon premios a los que les dieron su propio nombre! Stalin reconoció como el mejor texto para nuestro himno nacional uno que no contiene una sola palabra sobre el Partido Comunista, pero que contiene la siguiente frase: « Stalin nos crió leales al pueblo, él nos inspiró en el trabajo y en la acción». En estas líneas del himno nacional toda la actividad educativa, directiva y de inspiración  del gran partido leninista se atribuye a Stalin. Se trata, por supuesto, de una desviación de la doctrina marxista-leninista, de una disminución consciente del papel desempeñado por el Partido. Debemos agregar para vuestra información que el Presidium del Comité Central ya ha aprobado una resolución, encargando que se escriba un nuevo texto para el himno nacional, en el cual se destacará la labor del pueblo y la labor del Partido. [Fuertes y prolongados aplausos]

¿Y fue sin el conocimiento de Stalin que se diera su nombre a tantas de nuestras grandes empresas y de nuestras ciudades? ¿Fue sin su conocimiento que se erigieran tantos monumentos a Stalin en todo el país? Es un hecho que Stalin mismo firmó el 2 de julio de 1951 una resolución del Consejo de Ministros de la U.R.S.S. referente a la erección en el Canal Volga-Don de un impresionante monumento a Stalin: el 4 de septiembre del mismo año ordenó que se entregaran treinta toneladas de cobre con el objeto de que se construyese ese impresionante monumento.

Todo el que ha visitado Stalingrado, tiene que haber visto la inmensa estatua que él puso ahí en un sitio que poca gente frecuenta. Se gastaron sumas fabulosas para construirla en un área en que la gente vivía en casuchas desde la guerra. Meditad vosotros mismos si Stalin tenía razón para decir en su biografía que no se había permitido nunca soportar la sombra de un engreimiento, de orgullo o de autoadulación.

Al mismo tiempo Stalin demostraba a cada paso su falta de respeto por la memoria de Lenin. No es una coincidencia que, a pesar de la decisión tomada hace treinta años atrás de construir un palacio de los Soviets como monumento a Vladímir Ilich, dicho monumento no se haya construido nunca. Su erección se posponía siempre y el proyecto se archivó. No podemos dejar de recordar la resolución del Gobierno Soviético del día 14 de agosto de 1925 referente a la fundación de premios Lenin para el trabajo educacional. Esta resolución se publicó en la prensa, pero hasta el momento no hay premios Lenin. Esto también debería corregirse. [Tumultuosos y prolongados aplausos]

Durante la vida de Stalin, gracias a los métodos conocidos que he mencionado, y citando hechos, por ejemplo, de la «Breve biografía de Stalin», todos los sucesos se explicaban de tal modo que parecía que Lenin había desempeñado siempre un papel secundario, aún durante la Revolución Socialista de Octubre. En muchas películas y en muchas obras literarias, la figura de Lenin se presenta en forma incorrecta y se disminuye su importancia en forma inadmisible.

A Stalin le encantaba ver la película «El Año Inolvidable de 1919», en la cual se le muestra en un tren blindado y en que prácticamente aparece derrotando al enemigo con su sable. Que Kument Yefremovich Voroshilov, nuestro querido amigo, halle el coraje necesario para escribir la verdad acerca de Stalin; al fin y al cabo, él sabe cómo luchó Stalin. Ya sé que le costará el hacer tal cosa; sin embargo, sería bueno que lo hiciera. Todos aprobarán su trabajo, tanto el pueblo como el Partido. Incluso sus nietos se lo agradecerán. [Prolongados aplausos]

Cada vez que se hablaba de los episodios de la Revolución de Octubre y acerca de la Guerra Civil, se daba la impresión de que Stalin había desempeñado el papel principal, como si en cada ocasión y en todos los casos Stalin le hubiese sugerido a Lenin lo que debía hacer y cómo lo debía hacer. Esto es difamar a Lenin. [Aplausos prolongados] No creo que pecaré contra la verdad al decir que el 99% de los presentes sabía poco y había oído hablar poco de Stalin antes de 1924, mientras que a Lenin lo conocían todos, lo conocía toda la nación, todo el Partido y también todos los niños y aún los ancianos. [Tumutuoso y prolongado aplauso]

Todo esto debe revisarse cuidadosamente para que la historia, la literatura y las bellas artes, reflejen en forma debida el papel desempeñado por Lenin en las grandes conquistas del Partido Comunista y del pueblo soviético, el pueblo creador. [Aplausos]

Camaradas: El culto a la personalidad ha sido causa de que se empleen falsos principios en el trabajo del Partido y en la actividad económica; engendró la violación inicua de la democracia interna del Partido y del Soviet. Esterilizó la administración, causó desviaciones de muchos tipos y propició el encubrimiento de limitaciones personales, tergiversando la verdad. Nuestra nación engendró a causa de él muchos aduladores y especialistas en falsos optimismos y en el engaño.

No debemos olvidar tampoco que, debido a las numerosas detenciones de líderes del Partido, del Soviet y de la economía, muchos trabajadores comenzaron a trabajar con incertidumbre, mostrándose excesivamente cautos; temerosos, respecto a su capacidad, perdían toda iniciativa y además temblaban ante su propia sombra. Tomemos por ejemplo las resoluciones del Partido y del Soviet. Se preparaban en forma rutinaria, muchas veces sin tener en cuenta la situación real. Esto llegó a tal punto que los trabajadores del Partido, aún en las sesiones de mínima importancia, leían sus discursos. Todo esto facilitaba la burocratización y el aniquilamiento del Partido.

El hecho de que Stalin se resistiera a tomar en cuenta las realidades de la vida y que desconociera el estado verdadero de los asuntos en las provincias, lo comprueba la dirección que imprimió al desarrollo agrícola. Todos los que se interesaban por la situación nacional, entendían lo difícil de la situación en el campo, pero Stalin nunca se dio cuenta de esto. ¿Informamos a Stalin sobre esto? Sí, le informamos, pero él no nos apoyó. ¿Por qué? Porque Stalin jamás iba a ninguna parte, no conocía siquiera a los trabajadores koljoz o de la ciudad; ignoraba totalmente la situación en las provincias. Conocía el campo y la agricultura a través de las películas y, en esas películas, se disfrazaba y adornaba la situación existente. Muchas películas sobre la vida de los koljos muestran vistas sobrecargadas de pavos y gansos. Stalin aparentemente creía que reflejaban la verdad.

Vladímir Ilich Lenin veía la vida de otra manera; siempre se mantuvo cerca del pueblo, él recibía a delegaciones de campesinos y con frecuencia hablaba en las reuniones de las diversas fábricas; él visitaba las aldeas y conversaba con los campesinos. Stalin se separó del pueblo y jamás iba a parte alguna. Esto duró diez años. La última vez que visitó una aldea fue en enero de 1928, cuando fue a Siberia a supervigilar unas entregas de cereales. ¿Cómo, entonces, iba a comprender la situación de las provincias? Y cuando una vez se le dijo, durante una discusión, que la situación en el campo era difícil, y muy especialmente la de la ganadería, se organizó una comisión a la cual se le encargó la preparación de una resolución llamada «medios para desarrollar aún más la crianza de animales en koljoses y sovjoses». Nosotros trabajamos en este proyecto. Por supuesto, nuestras propuestas de ese tiempo no abarcaban todas las posibilidades, pero sí exploramos varios caminos que podrían conducir al mejoramiento de la crianza de animales en los koljozes y sovjozes. Habíamos propuesto entonces que se elevara el precio de esos productos para aumentar el incentivo de los trabajadores del koljoz y sovjoz. Pero no se aceptó nuestro proyecto y en febrero de 1953 se dercartó totalmente.

Más aún, mientras Stalin revisaba el proyecto, propuso que los impuestos pagados por los koljoses y por los trabajadores del kojos, se elevaran en 40.000 millones de rublos. Según él, los campesinos estaban bien y los trabajadores del koljos apenas necesitaban vender una gallina más para pagar el impuesto total. Imagínense lo que esto significaba. Desde luego, los 40.000 millones de rublos representaban una suma superior a las entradas de los trabajadores del koljoz por sus ventas al Gobierno. En 1952, por ejemplo, los koljozes y los trabajadores del koljos recibieron 26.280 millones de rublos por los productos que vendían al Estado. ¿La posición adoptada por Stalin descansaba en datos de alguna clase? Claro que no. En tales casos, los números no le interesaban. Si Stalin decía una cosa, tenía que ser así... Al fin y al cabo era un genio y el genio no necesita contar, le basta con mirar e inmediatamente sabe cómo deben hacerse las cosas. Cuando él expresa su opinión, es un deber repetirla y admirar su sabiduría.

¿Pero, cuánta sabiduría encerraba su proposición de aumentar en 40.000 millones de rublos los impuestos de los agricultores? Ninguna, absolutamente ninguna, porque esa proposición no se basaba en un estudio cuidadoso de la situación, sino en las fantasías de una persona que vivía alejada de toda, realidad. En este momento hemos comenzado lentamente a liberarnos de esta difícil situación agrícola. Los discursos de los delegados al Vigésimo Congreso nos complacen a todos. Nos agrada que tantos delegados expresen que existen bases para que se cumpla el Sexto Plan Quinquenal para la ganadería, no dentro de un período de cinco años, sino de dos o tres. Estamos seguros de que los objetivos del nuevo Plan Quinquenal se lograrán con éxito. [Prolongados aplausos]

Camaradas: puesto que criticamos tan agudamente hoy día el culto a la personalidad que tanta fuerza tomó durante la vida de Stalin, puesto que hablamos de muchos de los fenómenos negativos que engendra este culto que es tan ajeno al espíritu del marxismo-leninismo, se nos podría preguntar: ¿Cómo es posible? Stalin encabezó el Gobierno y el Partido durante 30 años, en los cuales se lograron muchas victorias. ¿Cómo pudo ser esto? En mi opinión, esta pregunta sólo pueden hacerla las personas cegadas, hipnotizadas irremediablemente por el culto a la personalidad, sólo por aquellos que no entienden la esencia de la revolución y del Estado soviético, sólo por aquellos que no entienden, en un sentido leninista, el papel desempeñado por el Partido y por la nación entera en el desarrollo de la sociedad soviética.

La Revolución Soviética la realizaron la clase trabajadora y los campesinos pobres con ayuda parcial de la clase media campesina. Fue ganada por el pueblo conducido por el Partido Bolchevique. El gran servicio prestado por Lenin fue el de crear un partido militante de la clase trabajadora, pero él iba armado por la comprensión marxista de las leyes del desarrollo social y con la ciencia de la victoria proletaria en la lucha contra el capitalismo, y templó este Partido en la lucha revolucionaria de las masas y del pueblo.

Durante esta lucha el Partido defendió coherentemente los intereses del pueblo, se convirtió en su líder experto y llevo al poder a las masas trabajadoras, a la creación del primer Estado socialista. Recordaréis bien las sabias palabras de Lenin respecto a que el Estado Soviético es fuerte porque las masas tienen conciencia de que la historia es creada por los millones y las decenas de millones de personas que forman el pueblo. Nuestras históricas victorias las obtuvimos gracias a la organización dada por el Partido, a las muchas organizaciones provinciales y al abnegado trabajo del pueblo. Estas victorias fueron el resultado del gran empuje y la gran actividad de la nación y del Partido en conjunto; no son todas fruto del genio de Stalin como se intentó hacer creer durante el periodo del culto a la personalidad.

Si hemos de considerar este asunto como marxistas-leninistas, entonces tenemos que afirmar categóricamente que la dirección practicada durante los últimos años de la vida de Stalin, fue un serio error y constituyó un obstáculo en el camino del desarrollo social soviético. Stalin con frecuencia dejaba pasar meses antes de abocarse a la solución de problemas de inmensa importancia para la vida del país y del Estado y cuya solución no podía posponerse. Durante la jefatura de Stalin, nuestras relaciones pacíficas con otras naciones se vieron múltiples veces amenazadas, porque las decisiones de un solo hombre pueden causar y muchas veces causan, serias complicaciones.

El los últimos años, cuando logramos liberarnos de las dañinas prácticas del culto a la personalidad y tomamos varias medidas necesarias en la esfera de los asuntos internos y de la política externa, todos notaron cómo la actividad se incrementaba ante sus propios ojos, cómo se desarrollaba la actividad creadora de las grandes masas trabajadoras, y cuán favorablemente influía todo esto sobre el desarrollo de la economía y la cultura. [Aplausos]

Algunos camaradas pueden preguntarnos: ¿ Dónde estaban los miembros del Politburó del Comité Central? ¿Por qué no lucharon a tiempo contra el culto a la personalidad? ¿Y por qué esto se está haciendo sólo ahora?

Ante todo debemos considerar el hecho de que los miembros del Politburó miraron estos asuntos de una manera diferente en diferentes épocas. Inicialmente muchos de ellos apoyaron activamente a Stalin porque Stalin era uno de los más fuertes marxistas y su lógica, su fuerza y su voluntad tenían gran influencia sobre los núcleos y parcialmente sobre el trabajo.

Se sabe que Stalin, después de la muerte de Lenin, especialmente durante los primeros años, luchó activamente por el leninismo contra los enemigos de la teoría leninista y contra aquellos que se desviaban. Respaldado por la teoría leninista, el Partido, con el Comité Central a la cabeza, empezó en gran escala el trabajo de industrialización socialista del país, de colectivización agrícola y la revolución cultural. En ese tiempo. Stalin adquirió gran popularidad, simpatía y apoyo. El Partido tuvo que luchar contra los que intentaban desviar al país del correcto sendero leninista; tuvo que luchar contra los trotkistas, zinovievistas y derechistas, y los nacionalistas burgueses. Esta lucha fue indispensable. Más tarde, sin embargo, Stalin, abusando de su poder más y más, empezó a luchar contra eminentes líderes del Partido y del Gobierno y gente soviética honrada. Como ya lo hemos mostrado, Stalin trató de esa manera a líderes tan eminentes del Partido y del Gobierno como Kosior, Rudzutak, Eikhe, Postyshev y muchos otros.

Quien intentara oponerse a cargos y sospechas sin base, esgrimidas contra inocentes, terminaba por caer víctima de la represión. Esto fue justamente lo que perdió al camarada Postyshev. En uno de sus discursos, Stalin reveló su disconformidad con Postyhev y terminó preguntándole : «¿Qué eres. realmente?». Postyshev le contestó en voz alta : «Soy un bolchevique, camarada Stalin, un bolchevique». En un comienzo se consideró que esta aseveración constituía una falta de respeto hacia el camarada Stalin y posteriormente se le miró como un acto malvado y esto fue la causa de que se aniquilara a Postyshev, tildándosele de «enemigo del pueblo». Cuando aún persistía esta situación, conversé en varias ocasiones con Bulganin; y una vez, cuando los dos íbamos juntos en automóvil, me dijo: «Ha sucedido a veces que un hombre ha ido a visitar a Stalin, invitado por él como amigo, y se ha sentado a su mesa sin saber si luego iba a regresar a su casa o se le llevaría preso». Es obvio que en tales circunstancias la situación de los miembros del Politburó era dificilísima. Ahora si agregamos a esto el hecho de que en los últimos años no se convocaron sesiones plenarias del Comité Central y que sólo ocasionalmente se reunía el Politburó, se comprenderá cuán difícil resultaba al Politburó defender a quienes se acusaba injustamente.

Ya hemos demostrado claramente que se tomaban muchas decisiones sin consultar a las organizaciones colectivas. El triste fin del camarada Voznesenski, miembro del Politburó, víctima de las represiones de Stalin, es conocido de todos. Es característico de esta etapa que la decisión de degradar al camarada Voznesenski no se discutió jamás; se llegó a ella de un modo muy oscuro. Del mismo modo se llegó a la decisión de degradar a los camaradas Kuznetsov y Rodionov. Se redujo así la importancia del trabajo del Politburó del Comité Central y luego se desorganizó su trabajo, creando dentro del Politburó varias comisiones que se llegaron a conocer como «Quintetos», «Sextetos», «Septetos», etc. He aquí, a modo de ejemplo, una resolución del Politburó tomada el 3 de octubre de 1946.

«Proposición de Stalin :
1. - La Comisión del Politburó para las Relaciones Exteriores (sexteto), ha atender, en el futuro, además de los asuntos exteriores, las cuestiones de construcción interna y de la política doméstica.
2.- El Sexteto incorporará al Presidente de la Comisión Estatal para la Planificación Económica de la U.R.S.S., camarada Voznesenski, y se le conocerá en adelante como Septeto.
Firmado: J. Stalin, Secretario del Comité Central. »

¡Díganle si no es la terminología de un jugador de naipes! [Risa en la sala] Es obvio que la creación dentro del Politburó, de este tipo de comisiones —«Quintetos», «Sextetos», etc.— contradecía el principio de gobierno colectivo. Esto trajo como resultado que muchos miembros del Politburó se vieron impedidos de participar en la preparación de decisiones de alta importancia para el Estado.

Uno de los más antiguos miembros del Partido, Klimenti Yefremovich Voroshilov, se halló en una situación casi imposible. Se le privó por muchos años del derecho a participar en las sesiones del Politburó. Stalin le prohibió asistir a las sesiones del Politburó o recibir documentos. Cuando el Politburó estaba reunido y el  camarada Voroshilov recibía noticia de ello, telefoneaba cada vez para preguntar si se le permitiría asistir. A veces Stalin se lo permitía, pero siempre mostraba su disgusto.

Debido a su naturaleza extremadamente suspicaz, Stalin abrigó la absurda creencia de que Voroshilov era un agente inglés. [Risa en la sala] Es cierto, ¡un agente inglés! Se instaló en su casa un aparato especial que registraba todo lo que allí se conversaba. [Indignación en la sala] Por su decisión unilateral, Stalin también separó del Politburó a otro hombre, a Andréi Andréievich Andréyev. Este fue uno de sus actos más absurdos y caprichosos.

Consideremos ahora el primer Pleno del Comité Central posterior al decimonoveno Congreso del Partido, cuando Stalin en su discurso analizó las personalidades de Molotov y Mikoyan, sugiriendo que estos viejos militantes de nuestro Partido eran culpables de algunos cargos in fundamento. Es posible que, si Stalin hubiese permanecido en el mando por algunos meses más, tanto el camarada Molotov como el camarada Mikoyan no habrían estado entre nosotros para dirigirse a este Congreso. Parece que Stalin tenía la intención de terminar con todos los miembros antiguos del Politburó para reemplazarlos por gente nueva. La proposición que hizo al decimonoveno Congreso, referente a la selección de 25 personas con el objeto de que ingresaran al Presidium del Comité Central, tenía como fin alejar a los viejos miembros del Politburó para introducir a gente de menos experiencia, que por ello lo halagaría en forma desmedida.

Podemos suponer también que así preparaba el camino para la aniquilación futura de todos los viejos miembros del Politburó, por ser ésta una manera de cubrir todo rastro de sus actos más vergonzosos, justamente los que estamos analizando ahora.

Camaradas: Con el objeto de evitar que se repitan estos errores del pasado, el Comité Central se ha declarado absolutamente contrario al culto a la personalidad. Consideramos también que se halagó en forma excesiva a Stalin. No obstante, Stalin sin duda realizó en el pasado obras de importancia en beneficio de las clases trabajadoras, del Partido y del Movimiento Obrero Internacional.

Este asunto se complica debido al hecho de que lo que acabamos de discutir aconteció durante la vida de Stalin, bajo su mandato y con su aprobación; parece que Stalin estaba convencido de que procedía en defensa de los intereses de la clase trabajadora y contra los enemigos que conspiraban y también contra los ataques del campo imperialista. Miraba las cosas desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora, de los intereses de la gente laboriosa, de los intereses de la victoria del socialismo y del comunismo. No podemos decir que éstas fueron las obras de un déspota atolondrado. Él juzgaba que lo que se hacía, debía hacerse en bien del Partido, de las masas trabajadoras y en nombre de la defensa de los objetivos revolucionarios. ¡En esto reside toda la tragedia!

Camaradas: Lenin hizo hincapié frecuentemente en que la modestia es una necesidad indispensable a todo buen y verdadero bolchevique. Lenin fue siempre la personificación de la modestia. No declaremos que hemos seguido constantemente y en todo sentido el ejemplo de Lenin. Basta señalar que muchas ciudades, fábricas, empresas industriales, koljoces, sovjoses, como también instituciones culturales soviéticas, llevan el nombre de servidores del Gobierno o líderes del Partido que, cuando así se les bautizó, gozaban aún de muy buena salud. Muchos de nosotros somos responsables de haber dado nuestros nombres a varias ciudades, estaciones de radios, empresas y koljoses. Debemos corregir esto. [Aplausos]

Pero esto debe hacerse con calma y lentamente. El Comité Central discutirá este asunto y lo estudiará con cuidado para evitar errores y excesos. Recuerdo cómo Ucrania llegó a saber que se había detenido a Kosior; la radio de Kiev comenzaba sus programas de esta manera: «Esta es la radio de Kosior». Cuando un día comenzaron los programas sin que se mencionara a Kosior, nadie dudó de que algo le había sucedido a Kosior y que lo probable era que se le había detenido. Así, si hoy día comenzamos a cambiar los nombres en todas partes, el pueblo va a pensar que los camaradas en cuyo honor se asignaron esos nombres, han caído en desgracia y han sido detenidos. [Animación en la sala]

¿Cómo se ha de juzgar la autoridad e importancia de un líder? ¿Sobre la base de cuántas ciudades, industrias, fábricas, koljoses y sovjoses, llevan su nombre? ¿No es ya tiempo de que eliminemos este vestigio de «propiedad privada» y que «nacionalicemos» las industrias, las fábricas, los koljoses y los sovjoses? [Risas y aplausos. Una voz grita : «Tiene razón»].

Es nuestro deber examinar muy seriamente el problema del culto a la personalidad. No podemos permitir que este asunto salga del Partido y llegue a la prensa. Por esta razón lo estamos discutiendo aquí en una sesión secreta. No es conveniente proveer al enemigo de municiones; no debemos lavar nuestra ropa sucia ante los ojos del mundo. Creo que los delegados a este Congreso comprenderán bien el significado de lo dicho y valorarán debidamente estas sugestiones. [Aplausos tumultuosos]

Camaradas: Debemos abolir el culto a la personalidad en forma absoluta y definitiva; debemos llegar a conclusiones correctas tanto en el campo ideológico y teórico, como en el campo del trabajo práctico. Para ello es necesario:

Primero: Condenar y erradicar de una manera bolchevique el culto a la personalidad por ser contrario al marxismo-leninismo y ajeno a los principios del Partido y a sus normas y combatir inexorablemente todo intento de reintroducir su práctica en cualquier forma.

Debemos volver, y aplicar en la práctica en todo nuestro trabajo ideológico, a la tesis más importante del marxismo-leninismo científico, que establece que la historia la crean los pueblos, como así también todos los bienes espirituales y materiales de la humanidad, y que el Partido marxista tiene un papel decisivo en la lucha revolucionaria por la transformación de la sociedad, en la victoria del comunismo.

En relación con esto, nos veremos obligados a lleva a cabo mucho trabajo para examinar críticamente, desde un punto de vista marxista-leninista, muchos de los errores derivados del culto a la personalidad que se hallan presentes en nuestros estudios históricos y filosóficos, en nuestra posición económica y en otras ciencias como también en la literatura y en las bellas artes. Es indispensable que en un futuro cercano preparemos un texto serio de la historia de nuestro Partido y que esté de acuerdo con el objetivismo científico del marxismo. También un texto de la historia de la sociedad soviética y un libro sobre los acontecimientos de la Guerra Civil y de la Gran Guerra Patriótica.

En segundo lugar, para continuar sistemáticamente el trabajo realizado por el Comité Central del Partido durante años, una obra que se caracterice por un minucioso estudio de todas las organizaciones del Partido desde su base hasta lo más alto, de los principios leninistas acerca de la dirección del Partido y, ante todo, sobre el principio del Gobierno Colegial, el cual debe regirse por las normas del Partido establecidas en sus estatutos y que atribuyen gran importancia a la crítica y a la autocrítica.

En tercer lugar habrá que restablecer completamente los principios de la democracia soviética, tal cual se enuncian en la constitución de la Unión Soviética y que son contrarios al abuso caprichoso del poder por parte de un individuo. El mal causado por los actos que violaban la legalidad revolucionaria socialista que se han ido acumulando durante mucho tiempo como resultado de la influencia negativa del culto a la personalidad debe ser completamente enmendado.

Camaradas: El vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética pone de manifiesto con nuevo vigor la inquebrantable unidad de nuestro Partido y su cohesión en torno al Comité Central, como también su decisión de lograr la culminación de su gran tarea que es construir el comunismo. [Aplausos tumultuosos] Y el hecho de que nosotros hayamos presentado en todas sus facetas los problemas que se plantean para destruir el culto a la personalidad, que es ajeno al marxismo-leninismo, como también el problema de liquidar sus onerosas consecuencias, es una prueba más de la gran fuerza moral y política de nuestro Partido. [Prolongados aplausos]

Tenemos la seguridad más absoluta de que nuestro Partido, fortalecido por las históricas resoluciones del vigésimo Congreso, conducirá al pueblo soviético por la senda leninista hacia nuevos éxitos y nuevas victorias. [Aplausos prolongados y tumultuosos]

¡Viva el victorioso estandarte de nuestro Partido, el Leninismo! [Aplauso tumultuoso y prolongado que termina en una ovación con todos en pie]